El independentismo se ha pasado meses folklorizando el 1-O como si fuera un familiar con tullimiento condenado a vivir expuesto en la galería de los horrores de un circo ambulante. Primero de todo, los partidos hicieron grandes esfuerzos por teñir el referéndum con aquella retórica cutre de eso-que-habría-podido-ser-y-no-fue, advirtiendo que no habían aplicado el resultado porque preveían un baño de sangre y masacres en la calle (hecho que nunca se molestaron a demostrar a los ciudadanos, porque eso de dar explicaciones sobra). Después se pasó a decir que los votantes del sí todavía no éramos suficiente gente, cosa que nadie debió pensar antes de repartir las urnas y por la cual, por desgracia, no hemos tenido el privilegio de ver dimitir ni un solo cráneo privilegiado del anterior gobierno. Acto seguido, el referéndum entró en un proceso de nostalgia insufrible, manifestada en el hecho de que se haya querido subsumir el 1-O en la peor forma de olvido posible, la nostalgia, convirtiendo así la votación en la excusa perfecta para publicar recopilaciones fotográficas como la del bonito libro de Jordi Borràs que el president 131 entregó al Borbón cuando estaban juntos en la cosa atlética de Tarragona: ¡Tenga, majestad, un souvenir del uno de octubre!

Si seguimos la pantomima, por lo tanto, no es nada extraño que, una vez medio muerto el referéndum y desvanecido su posible efecto en el mundo real, la esquerrovergència autonomista se haya pasado semanas reclamando su paternidad. El primero en hacerlo fue el antiguo vicepresident Junqueras, que en su famosa carta a la militancia de Esquerra reivindicaba los sacrificios de su partido en la fatigosa carrera hacia la liberación de la tribu. Después fue la flamante senadora Marta Pascal, y la carrera no tendrá freno, pues sólo en Catalunya puede haber auténticas bofetadas para reivindicar la organización de un referéndum que nadie ha tenido la dignidad ni la fuerza de aplicar. Una cosa es que el país se acostrumbre a celebrar las derrotas nacionales con pintoresca alegría, pero otra muy diferente será acostumbrarse al delirio de tener que aguantar como nuestros políticos se pelean por la paternidad de una negligencia de la cual tienen la única y sola responsabilidad. Los líderes se la jugaron, es cierto, pero lo más dramático es que prefirieron ir a la prisión o al exilio (y pervertir a una revuelta ciudadana para acabar acatando las autonómicas del 21-D) que jugársela de verdad haciendo la independencia prometida.

Sólo en Catalunya puede haber auténticas bofetadas para reivindicar la organización de un referéndum que nadie ha tenido la dignidad ni la fuerza de aplicar

Pero Junqueras no tuvo suficiente con todo esto en su carta y, para acabar de tomarnos por tontos, recordó como sus diputados habían ayudado "a echar del gobierno español a aquellos responsables de ordenar pegar a la gente el 1 de octubre". El argumento es prodigioso, porque no sólo asume que el PSOE no diera su aprobación, implícita o explícita, a la operación policial de Rajoy, sino que vuelve a la retórica pujolista según la cual la independencia es un objetivo de plazo nebuloso cuya incompletitud angustiante se cura teniendo influencia decisiva en la política española. Pero todavía hay más chicha pues, disfrazándose de militante de Ciudadanos, Junqueras afirma que para ampliar la base (ecs) del independentismo hará falta abandonar el "nacionalismo excluyente" y disponerse a hacer frente a la "formidable alianza conservadora que no quiere que los catalanes decidamos nuestro futuro". Como sabe perfectamente Junqueras, la base del independentismo sólo se ha ampliado cuando este ha mostrado determinación al aplicar políticas concretas, no cuando, bajo una retórica encendida, se ha limitado a hacer de muleta a los políticos de Madrid y su formidable alianza en la defensa de la unidad de España.

Fijaos si hemos ampliado la base, que desde la operación para disfrazar Esquerra como la nueva Convergència, hemos sabido que Colau afianzará su triunfo en Barcelona y que, mediante su política de gestos, Sánchez tiene bastantes números para pasarse unos cuantos años en la Moncloa. Afortunadamente, no todo son malas noticias en el mundo de los discursos podridos y la venta-de-motos: hace muy pocos días, la ANC declaraba su predisposición a oxigenar el mundo independentista fomentando primarias en los municipios catalanes de cara a las próximas elecciones. La ocurrencia de Elisenda Paluzie ha sido, como siempre, más que oportuna y los partidos independentistas tendrían que escucharla, a no ser que la ANC sólo les interese a la hora de sufragar las fianzas a los presos. Ahora se verá si los partidos quieren ganar las municipales o seguir defendiendo su oligarquía castradora. Será divertido comprobarlo, sobre todo para saber cuánto durará la retórica de enfurecernos mucho para que no acabe pasando nada y haciendo una revolución para acabar salvando la decadencia española y sus ciudadanos cosmopolitas y no excluyentes.

PS- Me alegra mucho, sincera y honestamente, que los presos políticos estén en Catalunya. Primero, por sus familias y su confort. Y después, porque hace mucha gracia que la Conselleria de Justícia de la República catalana se ocupe de gestionar la imposición de la judicatura española a la tribu. Es todo un poema.