Si yo fuera un profesional de la edición en catalán, haría una llamada urgente a Clara Ponsatí para encargarle un libro sobre su experiencia del 1-O como consellera del Govern y le propondría titularlo Por qué hemos perdido, en oposición al abyecto optimismo de los procesistas de La Vanguardia. Como ya sabéis, Ponsatí ha sido la única voz interna del tinglado que ha hecho honor a la tan sobadísima como estéril palabra autocrítica, por el hecho de admitir no sólo que el independentismo nunca tuvo la intención de aplicar los resultados del referéndum del 1-O, por su adicción al farol, y que la pantomima de la restitución consistió simplemente en un cebo electoral, sino poniendo en el centro del debate el papel castrador de los partidos secesionistas a los cuales ha acusado, y con más razón que el teorema de Pitágoras, "de estar muy ocupados batallando por sus espacios y nóminas". Amén, Jesús.

En un espacio absolutamente acrítico como es el procesismo, la existencia de una señora que dice cosas comprensibles, normales y duras (y que tiene la decencia de ganarse la vida fuera de la política) tendría que ser bienvenida como agua de mayo. Pero yo no lo detendría aquí, pues, si yo fuera el editor sabelotodo que encargara el libro a Ponsatí, le pediría que pusiera especial énfasis en explicar y en decirnos cómo es que la gente de la esquerrovergència consiguió engañar con facilidad a una persona tan inteligente como ella. Escribo la frase precedente sin ningún tipo de paternalismo, dado que, a lo largo de este último lustro, todos hemos acabado comprando alguna que otra moto a los agentes políticos del procés. Sin embargo, para hacer una catarsis que vaya más allá de la crítica a toro vencido, tendríamos que examinar descarnadamente cómo funciona la máquina embaucadora de los partidos. Para criticar y basta, ya tenemos a López Tena.

Hace falta que se expliquen muchas más cosas, no sólo para evitar errores en el futuro, sino para dejar a todo el mundo en su lugar

En la reciente entrevista con el gran Arturo Puente, donde habla de nóminas y poltronas, Ponsatí confiesa que empezó a sospechar de la tomadura de pelo del procés la misma tarde del 1-O, cuando el éxito indiscutible de la población defendiendo los colegios y ejerciendo el voto, contrariamente a fortificar la posición del Govern para aplicar el resultado de las urnas, provocó el resurgimiento de las tesis de Santi Vila: "La organización del referéndum recayó en el Govern y se hizo con la máxima eficacia y con una entrega absoluta. ¿Hasta qué punto había otras personas que no creían o que especulaban que no saldría bien? Prefiero no revelar las cosas que vi y escuché aquellos días". Pues yo te diría, querida Clara, que eso es precisamente lo que ahora hay que poner encima de la mesa, si no queremos acabar haciéndonos los interesantes y salvar la propia vanidad intelectual.

Cuando Ponsatí fue nombrada consellera, tuve la gracia o la desdicha de asistir a reuniones de amigos comunes en que algunos colegas ya la advirtieron de que los convergentes aprovecharían su figura de aura académica para traspasarle toda la responsabilidad de abrir los institutos el 1-O y después utilizarla con un trapo sucio si la cosa judicial llegaba a complicarse. De hecho, fijaos si eso del referéndum no sólo prosperó por la fuerza de Puigdemont y su administración, que una semana antes de la votación Ponsatí guardaba con cerrojo en su casa un puñado de llaves de institutos de todo el territorio que nadie sabía ni quién ni cómo abrirían. De hecho, no es ninguna exageración decir que el referéndum llegó a hacerse a pesar de algunos agentes del Govern y de algún líder cívico como Jordi Sánchez, para quien la sola imagen de muchos ciudadanos con papeletas en la calle ya configuraba una victoria suficiente.

De todos los consellers de aquel Govern, Ponsatí fue la primera que decidió marcharse después del 27-O porque, como confesó a Laura Rossel en un FAQs, quería evitar la prisión por encima de todo. Es difícil de creer que our Clara sólo viera las contradicciones del procés el mismo día del 1-O, por mucho que no viviera inmersa en el núcleo duro de las decisiones del referéndum. Hace falta que se expliquen muchas más cosas, no sólo para evitar errores en el futuro, sino para dejar a todo el mundo en su lugar, duerma en su casa o pernocte en Estremera. Dínoslo todo, Clara, o la cosa quedará en una pataleta más.