Tengo 22 años. Estudio el grado en Ingeniería Industrial en la Universitat Politècnica de Catalunya. La ingeniería consiste en hacer cosas tangibles: sólo eso ya la convierte en una cosa bonita. De pequeñas, las chicas tienen el instinto de hacer un mundo mejor, y por eso la mayoría tiran hacia los estudios de Pedagogía o de Educación Social; tiempo después se dan cuenta de que la realidad se cambia mucho más haciendo puertos, caminos y fábricas que funcionen. Me preocupa que las profesiones científicas vivan en uno precariado constante y que eso ya no sea noticia. He participado en la primera moción sobre la emergencia climática que se ha aprobado en una universidad del estado español (UPC). En el perfil de Whatsapp tengo una fotografía mía con un mono de Gibraltar que se me subió a la cabeza con gran entusiasmo.

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¿Emergencia climática? El cuñado, en la comida de Navidad, dice que eso es alarmismo. ¿Cómo lo convences?

Quizás no lo convenceré, pero la realidad afectará tarde o temprano a todos los cuñados del mundo, que, por cierto, hay muchos. Es un hecho objetivo que el aire que respiramos cada vez es de menos calidad, que los acuíferos son menos potables a día que pasa debido a grados elevadísimos de contaminación. El cambio no es sólo climático, es de todo nuestro entorno medioambiental.

La realidad de la emergencia climática nos atrapará tarde o temprano

De acuerdo: ¿y ahora qué hacemos?

Para empezar te tienes que preocupar seriamente por una cosa que te afectará tarde o temprano. Después, más allá de consignas como "no consumas plástico" o "no comas carne", yo soy más partidaria de dedicar una hora a la semana a cambiar hábitos de consumo en tu entorno más inmediato. En el caso de la UPC, a menudo se piensa que un ente como una entidad académica es muy pequeño como para hacer cambios sustanciales, pero hay que pensar que la universidad tiene más habitantes y bienes inmuebles que muchos de los municipios catalanes. Renovar la energía que consume todo este cuerpo de gente, implantar placas solares, evitar que en las cafeterías haya máquinas de vending que no tengan envases reutilizables... todo eso se puede hacer hoy mismo y marca un cambio real.

El cuñado protesta: quiere comer tomate en invierno e ir en avión en Nueva York.

La cosa es más complicada que eso. El problema es que en cualquier supermercado te cueste más barata la carne que un kilo de fruta, cuando el impacto medioambiental de los segundo producto es muy menor. Lo que no tiene ningún tipo de sentido es que cruzar España en avión cueste cinco euros y hacerlo en tren o en coche, que contamina mucho menos, sea mucho más caro. Este desequilibrio es el que tienen que corregir los gobiernos con una política de impuestos más sensata.

Si no lo hago, ¿el mundo del futuro me tendría que dar miedo?

Hace muchos años que estamos pasando de puntillas sobre problemas muy graves con la estrategia de la patada adelante. Y a menudo los problemas van haciéndose grandes hasta que ya no se pueden arreglar. Nos estamos acercando a este punto. En los últimos diez años, por ejemplo, una cosa tan básica como la calidad del agua ha caído de una forma brutal. Hemos subido un grado y medio de temperatura media. De la calidad del aire en Barcelona ni hace falta hablar... Estos son aspectos que todavía podemos reconducir. Si no lo hacemos, muy pronto ya no se podrán resolver.

Lola Ache - Sergi Alcàzar

Los humanos tenemos que entender que no somos una especie eterna

Nos acercamos a una "sexta extinción".

Este es un término académico que tiene fácil traducción. Igual que los dinosaurios poblaron la tierra hasta su extinción y un día hicieron "pum", pues nosotros también podemos llegar a un punto de no retorno, porque tenemos que entender que no somos una especie eterna.

Eliminar los niveles de CO2 el año 2050 hasta cero. Pinta difícil.

Se puede hacer. La industrialización, desde la máquina de vapor, ya ha sufrido cambios radicales que hasta el momento de una transformación parecían imposibles. Antes quemábamos carbón, árboles, comíamos a base de ganadería extensiva. Todo eso se tiene que acabar hasta que sea muy residual; de hecho, es tremendamente anticuado que la mayoría de energía que nos llega a casa todavía sea de fuentes no renovables. Hoy por hoy tenemos muchísimas tecnologías que podrían emitir cero cantidad de CO2. Ya hace demasiado tiempo que no se construyen plantas hidroeléctricas o eólicas.

La superpoblación es un problema. ¿Hay que dejar de tener hijos?

Eso es una decisión muy personal, como la opción sobre qué comes o de cuáles son tus hábitos de consumo. En el caso de los hijos, a mi generación también la ha afectado otros temas, como estudiar más tiempo que antes y tener una vida laboral mucho más precaria. Pero yo diría que insistir demasiado en un recetario como si fuera una biblia ("¡tienes que hacerte vegano!", "¡tienes que dejar de tener hijos!") puede alejar a mucha gente del activismo. La gente tiene que cambiar a través de un acto de reflexión. El activismo no puede acabar convirtiéndose en una especie de inquisición a las personas.

 

Nos hacen falta muchas más chicas como Greta Thunberg

¿Greta Thunberg ayuda a la causa?

Sí. Es mucho mejor tener alguien como Greta hablando en todas las televisiones del mundo que en el anonimato, a pesar de sea un personaje excéntrico y a menudo haya demasiada información centrada en ella. Pero el movimiento ecologista no nace con Greta: hay gente que lleva muchos años comiéndose manifestaciones de cien personas y clamando en el desierto. De hecho, yo creo que tendría que haber muchas más mujeres como Greta. No hace falta que dediquen toda su vida a una causa, porque eso puede llegar a límites no muy sanos. Pero se puede encontrar un equilibrio: si todos ponemos un granito de arena, poco a poco, se pueden cambiar las cosas. Nosotros hicimos un manifiesto en el contexto de una universidad, pero rápidamente se ha esparcido en las escuelas, en otras facultades, a medios de comunicación, y la gente no sólo tiene ganas de hablar de buenos deseos, sino también fiscalizar las instituciones para que los cumplan.