La libertad de expresión suele ser como las ventosidades; a la gente sólo le hace gracia lo que le sale del propio ano. Así Manuel Valls y su numerito en la gala de los Premis Plainadal, un griterío que pega muy poco con un chevalier como dios manda y que, seguramente, el antiguo primer ministro francés no habría perpetrado en una entrega de los premios Goncourt en París. Esta es la Barcelona que querría nuestro ilustre visitante: una ciudad de orden, bien calladita y arreglada, que no osara recordar que en Catalunya hay presos políticos y servidores exiliados. Así, ya lo veis, es este niño maleducado que nos han enviado los enemigos del norte, un hombre capaz de hacer un tuit recordando la masacre de Charlie Hebdo y que se permite el lujo de decirle a Teresa Cunillera que cómo puede permitir que un escritor diga lo que le salga de las narices en la entrega de un galardón literario. Tú no eres Charlie, Manuel Valls, porque Charlie consiste precisamente en decir lo que nos duele escuchar.

Te lo explicaré muy poco a poco para que lo entiendas, Manuel. Mira, yo también considero que eso de los presos políticos y del lacito amarillo es muy pesado. Sin embargo, contrariamente a ti, lo afirmo no porque lo encuentre anticonstitucional ni otras mandangas, sino porque odio el victimismo de unos políticos que se han dedicado a engañarme sistemáticamente desde hace ocho años. De hecho, mira si te entiendo, Manuel, que yo quiero que todos los presos (y las presas, que dirían los cursis) salgan de chirona para que sea el pueblo de Catalunya quien los juzgue por sus traiciones y medias verdades: por sus mentiras, vaya. La diferencia, querido Manuel, es que por pensar eso yo me juego los testículos cada día, primordialmente porque tengo que luchar no contra los tuyos, sino precisamente contra la gente que supuestamente piensa igual que yo. Sí, Manuel, tienes razón; son muy pesados, con los presos.

Como la libertad de expresión es así, Manuel, yo aguanto estoicamente toda esta cosa de la llorera continua, de la cutrez del Joan Bona nit y de toda cuanta performance literaria y musical en Lledoners, y también sufro el peso de tener que sufrir una clase política que dice hacer la revolución cuando, in foro interno, suspira para que Pedro Sánchez sea presidente de España. Entre tú y yo, mi cher ame, hay una diferencia: yo quiero que mis conciudadanos se desahoguen, no me histerizo cuando despliegan su misal de agravios, por mucho que me canse y me toque la moral, y espero bien tranquilito mi turno de réplica. ¿Verdad que lo entiendes, Manuel? Es muy sencillo. Si un escritor habla y explica lo que considere, te sientas bien erecto, le tocas el muslo a la chati que te has buscado aquí en Barcelona, y haces el rejodido favor de callar. Después, cuando los discursos acaben, puedes decir todo lo que quieras. ¡Faltaría!

No vuelvas a decir que tú eres Charlie, Manuel. Tú eres lo contrario, justo lo contrario. Afortunadamente, todo lo que viene del norte no es necesariamente limpio, noble, culto, rico, despierto y feliz. Y si te tienes que indignar por alguna cosa, Manuel, enfurécete porque en Barcelona todavía haya premios que llevan el nombre de una editorial falangista. ¿No lo sabías, verdad, Manuel? Mira si aún te tengo que enseñar cosas.