La estética fúnebre se ha apoderado del soberanismo con la parsimonia de aquellos dromedarios que, fatalmente separados del rebaño, vagan perdidos por el desierto a la espera de caer muertos. Ayer lo vimos en la toma de posesión del nuevo gobierno Torra, con el president 131 oficiando una misa de difuntos por los familiares de los presos y de los exiliados: el catalanismo, ya lo sabemos, es netamente wagneriano y disfruta como nadie hurgando pornográficamente en la herida (Amfortas! Die Wunde!). Hoy por hoy, es triste constatar que el independentismo es y será básicamente un movimiento amarillista; es decir, que lejos de tener la independencia como causa y motor tendrá como único hito el retorno de los presos a casa. Lo que no se explica, como siempre ha ocurrido durante este proceso secretista, es qué renuncias habrá que alcanzar no ya para conseguir el objetivo, sino para tener la remotísima posibilidad de plantearlo.

Como ya insinuó Felipe González, y después de una sentencia seguramente ejemplar, los presos solo podrán ser indultados si el independentismo renuncia definitivamente a su razón de ser: la secesión efectiva de Catalunya. Que todo el mundo lo tenga claro: los presos no estarán en casa hasta que España se asegure de tener desactivada la máquina indepe para el próximo cuarto de siglo. Actualmente, ni Rajoy ni Sánchez ni la Superman en patinete se arriesgarían a perder los favores de las élites españolas mostrando clemencia con los rehenes catalanes, que son un valor seguro a la hora de coaccionar a este y a los futuros gobiernos de la Generalitat. Que nadie se equivoque, a mí no me molesta que se tenga toda la consideración con los familiares de los presos, pero todo este amarillismo fúnebre de ayer, al que me extraña que se presten, solo favorece a España, porque le muestras al Estado dónde puede hacerte daño.

Lo he escrito mil veces y hoy lo vuelvo a decir: se ha demostrado que ceder a los embates de España solo nos ha hecho más débiles. Si los políticos catalanes quieren a los presos en casa, lo tienen bien fácil para empezar a trabajar en esta nueva causa: que llamen a Pedro Sánchez y le aseguren que acatarán el marco constitucional español (no les costará mucho, porque es exactamente lo que han hecho siempre) y le prometan aprobarle los presupuestos durante los dos años que le pueden quedar de legislatura, pase lo que pase. Si estamos en el marco de la autonomía, como es el caso, tenemos que aprender de los vascos: hacer un poco de ruido en la retórica y después aprovechar nuestra influencia con el fin de ganar pasta y coaccionar. Si el contexto es este, en definitiva, mejor acostumbrarnos de nuevo y ahorrarnos toda esta retórica revolucionaria que siempre termina con un movimiento de bajar la cabeza.

Ahorrémonos los funerales, amigo president Torra. Ahorrémonos el amarillismo, queridos consellers. Y pactemos con los carceleros, traicionando los anhelos del pueblo. Es lo que queréis hacer, en definitiva. Decidlo sin miedo ni tapujos, porque es mejor una verdad que nos mantenga esclavos que una mentira que nos ilusione para acabar en la misma situación. Si queréis tener pronto a los presos en casa, seguid cediendo, pero luego no os extrañéis si decidimos destrozaros.