Por si esto de llevar por el mundo a una nómina de escritores bilingüe no fuera un ideario lo bastante despojado, Jaume Collboni ha decidido amenizar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con la beca "Narrar Barcelona", galardón anual que se destinará a un autor latinoamericano para que pueda visitar tres meses la capital de nuestro país y así excitar la pluma; como la Sagrada Familia o las golondrinas podrían dejar a los extranjeros indiferentes, el Ayuntamiento ha pensado que habría que dotarla con un premio de 80.000 euros. Lo primero que llama la atención, y el lector puede acusarme de sufrir un cierto espíritu de agravio de oficio, es que tal dotación supera de lejos cualquier ayuda pública que pueda recibir un escritor catalán (las becas de creación de la Generalitat, una cincuentena al año, se sitúan en los 10.000 euros y 3.000 para creadores noveles; las "Barcelona Crea", que van más allá del ámbito literario, son de cerca de 6.000 euros).
Dicho de otro modo, el Ayuntamiento ha pensado que resulta buena idea gastarse ochenta mil pepinos de nuestra cuota de autónomos para regalarle una visita turística a alguien que teóricamente no conoce la capital del país (un período de doce semanas, como entenderá todo el mundo, no sirve para profundizar mucho en el espíritu de Barcelona) para que este autor tenga la bondad de explicarla al mundo… ¡en español! Esto choca de frente con dos cuestiones importantes que Jaume Collboni debería tener presentes; primero, que la administración no debería ejercer de agencia de viajes, pues ya tiene suficientes narradores capaces de glosar nuestra ciudad en su lengua natural, el catalán. En segundo término, también habría que recordarle que —en un tiempo de emergencia en el que nuestra lengua es usada por menos del 30 % de los convecinos— hipotecar la imagen de la capital al español es igual a promover la sustitución lingüística con mucha alegría.
Servidor siempre ha sido crítico con la dependencia que tiene nuestra literatura de las ayudas públicas, un sistema de pequeños aguinaldos que favorece el clientelismo sin acabar de paliar la precariedad de los autores en lengua catalana. A su vez, también me he esforzado en poner de manifiesto la dicotomía esperpéntica entre un sistema literario como el nuestro —con catálogos editoriales de Primer Mundo y una percepción pública general de buena salud— en contraste con la realidad de una industria que hace aguas, justamente porque siempre ha descansado en el empuje de la administración. Todo esto está muy bien y hay que recordarlo las veces que haga falta, pero que el Ayuntamiento de la capital tenga que pagar a un autor extranjero en lengua española para explicar una ciudad que ya tiene mil glosadores es un pecado imperdonable.
Los virreyes perennes de la cultura barcelonesa viven felices yendo de provincianos por el mundo
A raíz de la polémica, todavía ha tenido más gracia que el alcalde Collboni, su perenne capataz cultural, Xavier Marcé, y supongo que también la altísima comisionada para la lengua Marta Salicrú (de la factoría Radio Primavera Sound, autora de la frase “con la confrontación no tenemos nada que ganar en la defensa del catalán”… y ahora entendemos por qué) no acaben de entender la causa de tanto revuelo entre los escritores de la tribu. Supongo que todos ellos deben pensar que "Narrar Barcelona", además de hermanarnos con los países colonizados por España, podría ser el inicio de algo parecido al boom latinoamericano de los años sesenta del siglo pasado. Mira que hay motivos para acercarnos a pueblos como el mexicano, esencial en el estudio de nuestro exilio literario (un tema, este sí, merecedor de una beca anual), pero todo esto en el PSC debe de formar parte del folclorismo démodé.
Todo esto, en definitiva, no solo confirma que el socialismo catalán está comandado por gente con cierta tendencia al analfabetismo (si Pasqual Maragall tuviera un solo día lúcido, pobrecito mío, viendo todo esto regresaría cagando leches al mundo de las tinieblas), sino que los virreyes perennes de la cultura barcelonesa viven felices yendo de provincianos por el mundo. Pero, ¡ay!, el problema no es solo el de los políticos, sino también el de todos los colegas de la letra que se han sumado a viajar dentro de esta pantomima del bilingüismo a cambio de unas noches de hotel y unas cuantas tazas hasta arriba de frijoles charros. Estimados colegas, entiendo que ir de viaje con según qué gente no equivale a esparcir la enésima meada en nuestra lengua, pero diría que tendríais que empezar a cuidar las compañías y pensar en qué periódicos escribís, pues las campañas de colonización también se hacen gracias a los indiferentes…
