Cuarenta años tiene la Constitución. Esa norma superior que parece ser escrita a fuego, imborrable, inmutable y que algunos usan como si fuera un escudo. Están de moda los “constitucionalistas”, como si eso significase algo. 

Es curioso cómo la Constitución es un texto prácticamente desconocido por la mayoría de la sociedad española. Es poco frecuente que un ciudadano medio sepa lo que dice este texto, y si en algún caso ha tenido que leer alguno de sus artículos ha sido para poder constatar que nadie la respeta. 

Habla la Constitución de derechos fundamentales, de organización del Estado, de lo que se supone que es la soberanía en España y de cómo deberían funcionar las cosas. Y lo cierto es que, en general, cuando una se la lee (y en su caso, se la estudia), se da cuenta de que como ideales quedan bien, pero que hay mucha distancia entre la realidad y lo que pone en ella. 

Tratar de entender por qué ocurre este dislate le llevará a descubrir la cantidad de complicaciones, todas legales (y otras no tanto), que se han articulado para que, por muy bonito que sea lo que dice la Constitución, la mayoría de lo que establece no pueda ser cumplido en muchos casos. Y es que, para interpretaciones, las que hagan de ella en los distintos estamentos. Sobre todo, en el Constitucional. Que, por cierto, necesita alguna revisión y parece que nadie quiere ponerse con ello. 

Volviendo a nuestros queridos constitucionalistas, sepan ustedes que no son los que pidieron que se aplicara la sacrosanta norma cuando de proteger el derecho a la vivienda de la ciudadanía española se trataba. Ni cuando se ha puesto en jaque la libertad de expresión. Ni la de pensamiento. Ahí no había constitucionalistas. Ahí, de hecho, los que ahora se autodenominan como tales más bien estaban del lado de la banca y de la represión. Será que ahí no había que ponerse el traje de “constitucionalista”, claro. 

Llega la Constitución con una sorpresa: Villarejo amenazó en verano y justamente ahora vemos cómo tiene bastantes posibilidades de ganar su partida

Como le pasa al Rey, que, en sus discursos últimamente tan escuchados, se llena la Corona hablando de legalidad y de igualdad, mientras no se acordaba de esto cuando en su propia casa, presuntamente, algunos estaban saltándose la legalidad y después han recibido trato especial por parte de la justicia. 

Llega la Constitución con una sorpresa: Villarejo amenazó en verano y justamente ahora vemos cómo tiene bastantes posibilidades de haber ganado su partida. Dijo hace meses que, si no pasaba las Navidades fuera de la cárcel, tiraría de la manta. Y desde entonces ha ido soltando sus “bombas” informativas, con el aviso de que la última estaba prevista para antes de Navidad. Según dicen, la última entrega afectaba directamente a la Casa Real. Y debía de ser lo suficientemente gorda para que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, haya llamado a los principales medios de comunicación —según señalaba Jon Iñarritu— para pedirles “responsabilidad de Estado” y no comentar nada si estallaba la “bomba”. 

Pues bien, la “bomba” podría ser una cuestión de infidelidad por parte de la actual reina respecto al rey Felipe, supuestamente con el compiyogui, además de una cuenta bancaria en la que Letizia parece tener ocho millones de euros. Pero, como ven, nadie ha comentado nada al respecto en los medios españoles, y, por lo que señalan, el juez está considerando dejar a Villarejo en libertad, con el uso de una pulsera de vigilancia telemática. 

Ya ven ustedes. Tenemos desahucios, censura, presos políticos, exiliados, represión y violencia policial contra ciudadanos pacíficos que se manifiestan. Y una monarquía presuntamente corrupta, que asume su cargo por cuestión de herencia y que en lugar de defender la libertad de expresión se ha puesto del lado de la represión más retrógrada y limitante. 

Pues con estos mimbres todavía hay quien celebra los 40 años de una norma que solamente se ha modificado para ponerle el agua al cuello a la ciudadanía. 

¡Viva!