El asalto a la Alcaldía de Sant Cugat del Vallès por la republicana Mireia Ingla se vivió en las filas postconvergentes como si les hubieran arrancado una muela en vivo.

Era uno de los feudos históricos de CiU. Lo habían gobernado años y años. De allí son un largo listado de dirigentes de Junts que habían sido concejales de gobierno en los sucesivos consistorios santcugatenses. Entre otros, el actual vicepresidente Jordi Puigneró.

La llegada a la Alcaldía de Ingla fue posible gracias a un acuerdo de gobierno con cupaires y socialistas que posibilitaron así un cambio de régimen. Y, en particular, porque Ingla dobló los resultados de 2019 mientras Junts (el 2015 era CiU) perdió dos.

Ingla fue atrevida. Tocar la joya de la corona convergente era tanto como entrar a robar en la casa del amo. Y así se lo hicieron notar. Pero ¡donde tantos otros bajan la cabeza o viven atemorizados ante el frenético bon cop de tuit!, Ingla no se encogió.

Sant Cugat del Vallès —sobrevenida metropolitana— no tiene nada que ver con ciudades como Santa Coloma de Gramenet, Badia del Vallès, Viladecans o Rubí. Esta última, junto a Sant Cugat.

Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Sociológicamente Sant Cugat y Rubí representan dos expresiones del mismo país. Una, feudo del PSC. La otra, feudo de los feudos convergentes. Y en ambas ERC fue segunda fuerza. Una prueba irrefutable de la homogeneidad de ERC frente a la Catalunya dual de Illa y Puigdemont. Pero mientras el PSC aguanta el tipo en Sant Cugat, Junts no tiene ni representación en el consistorio rubinenc. Y no parece que aspire a recuperarla, y si lo hiciera sería para ser muleta del PSC. Por el contrario, los republicanos son hoy la única alternativa en las dos ciudades.

(Junts) no solo es una herramienta estéril para la cohesión del país, no solo tiende a la marginalidad en el grueso de la región metropolitana, es que nos aboca como nunca a la sociovergencia de toda la vida

Junts ha acentuado la decadencia metropolitana de CiU al límite de la residualidad. No solo es una herramienta estéril para la cohesión del país, no solo tiende a la marginalidad en el grueso de la región metropolitana, es que nos vierte como nunca a la sociovergencia de toda la vida. Y por este camino es del todo inviable cualquier aspiración republicana más allá del ciberespacio. No se puede edificar ninguna República, ni una sociedad sana y homogénea a partir de la premisa un solo pueblo fragmentando Catalunya en dos.

Por eso es tan determinante lo que pueda pasar en mayo de 2023 en Sant Cugat, único bastión metropolitano juntaire precisamente porque tiene muy poco que ver con Rubí. Si Ingla rige frustrará una inercia inconfesable. El retorno de facto a la sociovergencia. Aunque todo sea dicho de paso, esta ya se ha plasmado en la mayoría de los consejos comarcales metropolitanos o en ciudades como Sabadell, con un partido hegemónico y otro ejerciendo el triste papel de muleta para evitar toda alternancia.

El problema estratégico del independentismo no es que haya una estrategia controvertida, contradictoria o poco estimulante después del clímax de 2017, es que no hay ninguna otra que no sea una antiestrategia disfrazada de una épica tan romántica como cutre e ineficiente cuando no contraproducente.