Según leo en nuestro diario, el nuevo gobierno de PP y Vox en las Baleares ha confirmado que eliminará el requisito de saber catalán para acceder a una plaza de sanitario en el sistema de salud público de las islas. La medida en cuestión es de una coherencia total, porque el binomio político derechista no había disimulado sus intenciones de hacer retroceder nuestra lengua allende los mares (a nivel psicológico, sin embargo, la medida sí que adopta una tonalidad más freudiana, pues no llego a comprender el esfuerzo de algunos diputados catalanohablantes del PP por extinguir su propia lengua). Como el lector puede imaginarse, la noticia ha provocado un orgasmo de indignación en el Principat. Pero yo diría que, lejos de echar espuma, deberíamos exigir a populares y voxistas una parte del copyright de la extinción del catalán en el ámbito sanitario, ya sea público o privado, espacios donde la dejadez cultural del Govern resulta especialmente palpable.

Como siempre sucede en nuestra casa, entre el perfume de la legalidad y los hechos suele haber un abismo. Según reza la web de gestión de los recursos humanos del portal de la Escola d’Administració Pública de Catalunya (artículo 42), todo el personal que depende de la Generalitat —es decir, en el caso que nos ocupa, desde el conserje de hospital que tiene que atender al histérico padre novato que no quiere perderse el nacimiento de su pequeñajo, pasando por el docto cirujano que tiene la bondad de extirparnos un cáncer del hígado— debe acreditar el conocimiento de la lengua catalana, tanto en la expresión oral como en la escrita". El problema viene cuando la administración (y ya no digamos los privados) se inventa una contratación directa de interinos, residentes o personal temporal y, ¡alehop!, estos requisitos se convierten en papel mojado. Lisa y llanamente, nuestra propia administración es quien urde tramas para que su ley humee.

Los polemólegos más fieles de la tribu recordarán el famoso caso de una enfermera de la Vall d'Hebron que decidió pasar a la historia en un vídeo donde contaba que el nivel C1 de catalán lo pasaría su (suponemos que santísima) madre. Pues bien, los 15 minutes of famede la joven en cuestión ensombrecieron problemas fundamentales sobre el uso de la lengua catalana en el ámbito sanitario. Si hacemos caso en los últimos estudios del Idescat, vemos como los usuarios que solo se dirigen en español a nuestros sanitarios ya doblan a los que solo se les dirigen en catalán, una media que todavía aumenta más en el ámbito de la metrópoli barcelonesa (ojo también a los datos de sitios como Tarragona o el Penedès, donde el español se impone). Las cifras que menciono son de 2018, con lo cual —cómo podéis imaginar— el retroceso en términos presentes debe adquirir niveles que nos abocan directamente al Diazepam.

Allí tenemos destructores: aquí, simplemente unos caraduras

Tampoco hay que marearse mucho a base de números. Hace pocos lustros el ámbito sanitario —fuera público o privado— era tan catalanohablante como el teatral, pero la progresiva dejadez del Govern (y nuestra enfermiza desidia a la hora de imponer el respeto mínimo a los derechos lingüísticos) ha hecho que los profesionales sanitarios que se expresan en catalán empiecen a convertirse en minoría. No hacen falta muchas estadísticas, insisto: basta con dirigirse a la consulta a renovar la carcasa. Al fin y al cabo, lo que pasa en Ses Illes tiene mucha menos tela: hay un gobierno para el que la lengua es algo de pueblerinos y les importa un pepino si desaparece. Pero aquí todo dios se expande en discursos sobre la obligatoriedad del catalán, mientras es la propia administración quien desoye su ley a la torera, vulnerando así, insisto, los derechos más básicos de los pacientes catalanes. Allí tenemos destructores: aquí, simplemente unos caraduras.

Sea como sea, aparte de una vulneración estricta de los derechos de los pacientes, la ley balear (y la desidia catalana) implican un empobrecimiento objetivo del sistema sanitario público, no solo porque el canal de comunicación entre un paciente y su médico sea fundamental a la hora de curarlo, sino porque además atraerá profesionales menos cualificados. Ya que, al contrario de lo que dice el tópico imperialista (español, vaya), los médicos que muestran desinterés por la lengua de sus pacientes son peores profesionales. Pero esta norma tan básica para el finés o el suajili, ya ves tú qué cosas tiene la vida, no debe funcionar con el catalán. Unos por ignorantes, los otros por caraduras, y la ciudadanía más desprotegida a cada día que pasa. Continúa impasible el camino hacia el purgatorio. Espero con deleite la repetición electoral; así, el porrazo que merecen será un hostión imposible de curar.