1. Cuando nada quiere decir nada. El president Pere Aragonès hizo un viaje relámpago a Madrid. La noche anterior había dormido en la Casa dels Canonges, cosa nada habitual, para no llegar tarde para coger el AVE. Una vez en Atocha, allí lo estaba esperando la delegada del Govern, Ester Capella, para acompañarle hasta la Moncloa con el coche oficial que la Generalitat tiene en la capital española. Aragonès fue recibido por Pedro Sánchez bajo el cancel de la sede de la presidencia del Gobierno y el saludo fue protocolario; incluso distante. Del contenido de la conversación entre los dos presidentes, que duró menos de dos horas, solo se sabe que tomaron la decisión de que la mesa de diálogo entre el PSOE y ERC —no me he equivocado, no; sé lo que acabo de escribir— se volverá a reunir pronto. Entretanto, con la reunión del viernes, Aragonès ha avalado al PSOE y al actual gobierno de coalición, que es lo que propugna el sector federalista de los republicanos, que trabaja a todo gas para dejar atrás la agenda independentista. De momento, los federalistas van ganando, ensimismados con la idea de que el junquerismo es amor incluso hacia el estado opresor. Estamos donde estábamos, pero con una reunión más, a la cual debemos añadir los gastos de viaje, seguridad, gasolina y avituallamiento. Puro derroche de caudales públicos, aunque la legislación vigente no considere delito los viajes de partido realizados a cuenta de los contribuyentes.

2. Una mesa de partidos. Por mucho que Esquerra se obstine en vender la idea de que la mesa de diálogo es entre gobiernos, es obvio que no lo es. La ausencia de Junts, que es el otro partido que gobierna en Catalunya, es la demostración de que la mesa es entre Esquerra y los dos partidos de la coalición gubernamental española. Y es que la propuesta de convocar esta mesa fue resultado de los pactos entre ERC y el PSOE para investir a Pedro Sánchez. Es por eso por lo que da igual si se reúne o no, porque lo que pactan los participantes en esa mesa siempre tendrá un sesgo partidista. Lo que quiero decir es que sus acuerdos no son para resolver de verdad el conflicto político que enfrenta el independentismo con el estado, sino que es un intercambio de cromos entre los socialistas y los republicanos. Al fin y al cabo, Esquerra forma parte de la alianza parlamentaria, que va desde la derecha nacionalista vasca (EAJ-PNV) y catalana (PDeCAT) hasta la izquierda populista de Más País, EH Bildu, Compromís, BNG y otros partidos menores, que sostiene a Pedro Sánchez. Así pues, con este formato y los apoyos actuales, la mesa de diálogo es un ovni que Junts no quiere identificar. Este fin de semana, coincidiendo con la celebración de la segunda parte de su congreso, Junts ha endurecido su posición sobre la mesa de diálogo y ha avisado a Esquerra que no hará de socorrista del “naufragio electoral del PSOE”. Y es que es normal que un partido independentista piense más en lo que ocurre en Catalunya y cómo actuar respecto del estado del que quiere independizarse, que no en lanzarle un salvavidas. 

Incluso los unionistas más inteligentes saben que mientras Carles Puigdemont esté perseguido y exiliado, los intentos por 'normalizar' Catalunya serán en vano. El PSOE también lo sabe, pero, presionado por los poderes fácticos, se desdijo enseguida de la promesa a Esquerra de que reformaría el delito de sedición

3. La foto velada. Antes de la reunión de Madrid, el primer secretario del PSC, Salvador Illa, señaló que lo que importaba era la foto entre los dos presidentes. La política también es relato. El de la normalidad, por ejemplo. Los esfuerzos de los socialistas van dirigidos a difundir por todas partes que España es un estado democrático y los independentistas unos delincuentes, incluso unos corruptos. Que hayamos descubierto la conchabanza entre políticos, policías, jueces, empresarios y periodistas contra Xavier Trias, Artur Mas, Pablo Iglesias y otros políticos y que eso no haya tenido ningún tipo de consecuencia, en forma de dimisiones o de investigación judicial, es otra demostración de hasta qué punto el estado español está podrido por dentro. Además, cuenta con la cobertura cómplice de la izquierda política y mediática. A Jordi Évole le tendría que caer la cara de vergüenza, pues lo ocurrido no es únicamente un montaje de la derecha más carca, por defender a según quien. La corrupción de la democracia es muy plural ideológicamente. Que el independentismo normalice las relaciones con el gobierno del estado o con la Corona mientras sigue habiendo, según Òmnium, más de cuatro mil independentistas encausados y dirigentes políticos exiliados, es, sencillamente, suicida. Con eso no estoy diciendo que los consellers de la autonomía no tengan que trabajar y defender los intereses de los catalanes ante el Estado o donde sea. Tienen que brillar más de lo que brillan ahora, claro que sí, con una gestión de la comunidad autónoma eficaz, reformista e imaginativa. Pero el papelón de Pere Aragonès en Madrid no va de eso. Responde, como durante los años de la República, a la sumisión de Esquerra a la izquierda española. 

4. Puigdemont a prisión. Incluso los unionistas más inteligentes saben que mientras Carles Puigdemont esté perseguido y exiliado, los intentos por normalizar Catalunya serán en vano. El PSOE también lo sabe, pero, presionado por los poderes fácticos, se desdijo enseguida de la promesa a Esquerra que reformaría el delito de sedición. Es más, el pasado jueves votó a favor de una resolución presentada por el PP en el debate de política general sobre las euroórdenes. Mezclándolo con la integración de Ucrania y la política de seguridad en Europa, la resolución pepera propugna que uno de los objetivos de la próxima presidencia española de la Unión Europea, que se acontecerá de julio a diciembre de 2023, tiene que ser reformar la regulación de la euroorden. La votación coincidió con el pronunciamiento del abogado general de la Unión Europea a favor del juez Llarena sobre la euroorden para extraditar al HC Lluís Puig. La detención de Puigdemont provoca que muchos políticos españoles, de derecha o de izquierda, echen espumarajos por la boca. No es necesario escribir sus nombres. Los sabe todo el mundo. Esta gente quiere ver esposado al president Puigdemont para llevarlo ante una justicia que no lo es porque ya tiene tomada la decisión antes de empezar el juicio. Porque prevarica cuando se trata de combatir el independentismo. Puigdemont no abraza el amor naif de los republicanos y replica a los perseguidores de la libertad. El puigdemontismo es combate, no cabe duda. Un combate judicial y político porque la alternativa sería rendirse y hacerlo no tan solo lo condenaría a él, sino a todo el independentismo.