Desde el 1 de octubre la pregunta que más veces me han hecho amigos y académicos extranjeros ha sido una que creía olvidada: ¿qué os pasa en España que no sabéis solucionar vuestros problemas hablando entre vosotros? Tenía la esperanza de que el cambio de gobierno en Madrid me ahorrase seguir contestando a esa pregunta tan incómoda, pero mis ilusiones se han visto defraudadas a las primeras de cambio.

Nada menos que en Washington, en el mítico Smithsonian Institute, en el Folklife Festival, ante delegaciones tan sufridas y perseguidas como la Armenia, el president Torra y el embajador Pedro Morenés, exministro de Defensa del PP, han vuelto a demostrar que no es verdad que hablando se entiende la gente, al menos en España. Que aquí lo que nos va y nos pone es el duelo lopevegano y el melodrama calderoniano, que suele acabar en esperpento vallinclaneso.

A lo mejor no era el lugar ni el momento, pero el Govern no tiene a su disposición ni los recursos ni los accesos que dispone el Gobierno de España para explicar su versión de la historia. Es normal que aproveche todas las oportunidades a su alcance para hablar de la represión que sí existió el 1-O, o recordar que hay políticos presos que ya se acercan a los diez meses en prisión preventiva, sin juicio ni condena. Lo que no parece tan normal es que un embajador que ya está en funciones le conteste con un discurso que tampoco venía a cuento ni tampoco le tocaba hacer, menos aún en un acto privado.

Querían ofrecer una imagen de normalidad y distensión al mundo y el resultado ha sido un ridículo internacional de colosales proporciones

En términos estratégicos, el president Torra emerge como el indiscutible ganador de la reyerta. Además de internacionalizar el conflicto, otra vez, ha conseguido que el Smithsonian haya impuesto idéntica pena a ambos revoltosos, al Govern y al gobierno del Estado: castigados sin discurso oficial. Una humillación que el ejecutivo español se ha tenido que tragar dando aplausos a un embajador que todo el mundo sabe que quieren cesar. El mayor inconveniente para el president y su Govern reside en que, desde ahora, pasen a engrosar esa lista negra de invitados incómodos que todos niegan que exista, pero que rige la diplomacia internacional.

Desde que se anunció la fecha de la entrevista entre el president Torra y el presidente Sánchez, desde el gobierno de España y el PSOE se ha intentado blocar de manera preventiva cualquier intento catalán de introducir sus prioridades en una agenda que la Moncloa quiere controlar en exclusiva. La estrategia ha tenido el mismo discutible éxito que las famosas fotografías de las gafas de sol o de las manos del presidente en el Twitter de Moncloa. Querían pasar la página de la unilateralidad y han acabado volviendo a situarla en el centro del debate. Querían ofrecer una imagen de normalidad y distensión al mundo y el resultado ha sido un ridículo internacional de colosales proporciones. Mientras en Madrid sigan pensando que el 155 fue una victoria y que están administrando una capitulación, seguiremos así, sin ganar para disgustos.