Lo hiciste otra vez, Mariano. Hay que rendirse ante tu maestría. Has logrado convertir un dilema político en un sumario penal. Has vuelto a demostrar que conservas intacta tu mayor habilidad: esa capacidad para transferir tus problemas a los demás y ahorrarte los costes de resolverlos.

La demanda política de reconocimiento nacional y más autogobierno que llegaba desde Catalunya sólo suponía un problema para el PP y el discurso unitarista sobre el que se ha armado la unidad de la derecha. Lejos de afrontar su problema y prepararse para una inevitable reforma constitucional y la quiebra que podía suponer en el partido, Mariano Rajoy y los suyos decidieron convertir Catalunya en un problema para todos los demás, replicando la estrategia de acoso y derribo practicada en su día por José María Aznar contra el nacionalismo vasco y el mítico Plan Ibarretxe.

La voluntad de votar en referéndum su futuro, abrumadoramente mayoritaria entre los catalanes, suponía una demanda política que Rajoy tampoco podía gestionar sin abrir serias heridas en su partido. Lo único que Mariano Rajoy no puede hacer en Catalunya es precisamente aquello que todos los demás le piden que haga: hablar de política. Y lo cierto es que lo ha conseguido. Ha convertido un asunto político en un juicio penal y todos sin excepción han caído en la trampa.

Todo el discurso legalista se basa en una falacia: se dice actuar en defensa de la legalidad, cuando la realidad es que el PP está utilizando los recursos y poderes del Estado para validar su estrategia

La comodidad de Rajoy en su posición resulta evidente: sólo habla de la ley, no va a hacer política hasta que se cumpla la ley y sólo se hablará de política dentro de los límites de la ley; y para todo lo demás, que se ocupen los jueces y la Guardia Civil. Quien tenía que estar dando explicaciones por su incapacidad para resolver un asunto político se ha colocado en la posición de exigir responsabilidades políticas, incluso legales, a todos los demás, sin tener que dar él mismo ni una sola explicación más allá de los lugares comunes sobre el cumplimiento de las leyes.

Con el apoyo entusiasta de Ciudadanos y los complejos del PSOE, incapaz de defender con firmeza un discurso federal y plurinacional, Rajoy ha conseguido que la estrategia del PP, decidida y ejecutada en solitario por el PP contra todos los demás, se haya convertido en la estrategia del Estado. Todo el discurso legalista se basa en una falacia: se dice actuar en defensa de la legalidad, cuando la realidad es que el PP está utilizando los recursos y poderes del Estado para validar su estrategia y su discurso respecto a España y Catalunya.

Había y hay herramientas en la legalidad vigente para haber buscado soluciones antes de llegar hasta aquí, fueron Rajoy y el PP quienes convirtieron el no a todo en una política y en un arma arrojadiza. Había y hay muchas maneras de defender y restaurar la legalidad, no solo la vía penal; que la respuesta sea exclusivamente penal atiende a una decisión política adoptada por el gobierno Rajoy. Que no se puede hacer política hasta que se desconvoque o pase el 1-O responde a otra falacia que el PP desmiente cada día con el uso descaradamente partidista que aplica a todo cuanto sucede en Catalunya. Al estado de derecho no lo hacen fuerte el derecho penal o la Guardia Civil, lo hace fuerte su capacidad para atender las demandas de sus ciudadanos.