Al fascismo griego le ha tocado pagar después de haber amenazado impunemente durante años a colectivos que consideraba despreciables. Cada pecador tiene su penitencia, o en lenguaje más ancestral, a cada cerdo le llega su San Martín. Entre esos grupos a quien el fascismo del movimiento Amanecer Dorado, Khrisí Avgí (en griego es Χρυσή Αυγή), tenía como obsesivo objetivo, podéis colocar a los refugiados, a los musulmanes, a los judíos, a gente de izquierdas, a los europeístas, a los pobres... La justicia griega ha declarado ahora el partido político Amanecer Dorado como "organización criminal", una decisión que ha tardado cinco años en llegar.

Cuando yo vivía en Atenas, en los años 90, el grupo neonazi Amanecer Dorado existía sólo de forma embrionaria. Desde hace tiempo conozco a gente que ha sufrido insultos y persecuciones por culpa de esta facción de extrema derecha griega: negacionista, fascista y extremadamente peligrosa. Anna, una musulmana griega periodista, me escribía esta semana comunicándome la noticia de la justicia y explicando que no sólo la habían amenazado a ella y a su familia sino que también la habían atacado con gases lacrimógenos. No estamos sólo delante de un grupo que intimidaba, sino que Georgios Roupákis, militante, ha sido condenado por el homicidio de Pavlos Fyssas, un rapero griego conocido con el nombre de Killah P que recibió dos puñaladas mortales en el corazón en el 2013 en el barrio ateniense del Pireo. No era sólo una organización que insultaba, sino que la justicia ha dictaminado que mataba por encargo.

El nombre poético de Amanecer Dorado era una excusa para esconder los más siniestros impulsos xenófobos y extremistas de sus miembros. Este grupo condenado, capitaneado por un ex-soldado militar Nikoláos Mihaloliakós, se formó en 1985 con pretensiones racistas ya desde el inicio, especialmente, pero no sólo, contra el islam. El cementerio judío de Atenas se despierta a menudo con esvásticas pintadas por Amanecer Dorado. Han contado con la complicidad de algunas —por suerte pocas— facciones extremistas de la Iglesia ortodoxa griega. Son prorrusos y en el 2012 entraron en el Parlamento con el apoyo de 440.966 griegos en uno de los peores momentos de la economía griega.

El euroesceptismo de los griegos no proviene de una manía contra Europa, sino de una reacción contra una Europa que les ha dado la espalda

El Tribunal de Apelación de Atenas declara culpable de dirigir una organización criminal a Nikoláos Mihaloliakós y a otros miembros de la cúpula. El líder que admira el nazismo, niega el Holocausto, hace el saludo nazi y proclama consignas populistas a diestro y siniestro en el país que vio nacer la democracia. Ellos no se habían autodefinido nunca racistas sino soberanistas, poniendo los intereses de Grecia "por encima de todo". Una deriva de un nacionalismo estéril y malentendido que situó el nosotros étnico por encima del nosotros cívico y derivó en un fascismo descarado y prepotente, que crecía proporcionalmente al mal que incubaba. Cuando más gritaban contra los inmigrantes, más se engordaban de odio y soberbia.

Los fascismos, sin embargo, no desaparecen a golpe de sentencia. Todo lo que arraiga en las entrañas humanas costa de erradicar sólo con legislación. Grecia, el país que nos enseñó el concepto de filoxenia o acogimiento del otro, del extranjero, puede enderezar el tiro. Pero la buena voluntad sola no desarmará el empobrecimiento y el miedo de un país que ha sentido el peso de la Troika, la insoportable carga de una austeridad que no le ha permitido levantar cabeza, la inoperancia de Europa que lo ha dejado como puerta para resolver el clamor de los refugiados. Nos parece lejos, pero nosotros también somos parte del auge de los populismos por todas partes. Nuestras acciones individuales y colectivas afectan a la geopolítica mundial. El euroesceptismo de los griegos no proviene de una manía contra Europa, sino de una reacción contra una Europa que les ha dado la espalda. Grecia no es fascista, se ha vuelto fascista. El final de Amanecer Dorado es una buena noticia. Pero parcial, porque la serpiente está muerta, pero el veneno persiste.