1. Junts y la diversidad originaria. El nacimiento de Junts se parece mucho a la creación de ERC en 1931, resultado de una agregación de pequeños grupos y de grandes personalidades republicanas. Junts per Catalunya es un partido a medio cocer. Tiene un origen doble, que no ha acabado de desaparecer jamás. Por un lado, hay los elementos que proceden de la antigua Convergència (casi todos, por lo menos en la dirección, con un cargo bajo el brazo desde hace años). Por la otra, los independientes, a la mayoría de los cuales les incomoda la identificación de Junts con el pujolismo y, más en concreto, con la deriva neoliberal que impuso Artur Mas. La alegría con que Mas aplicó los recortes le perjudicó de una forma que todavía ni él mismo es consciente de su profundidad.

En Junts, aunque sé que estoy simplificando, ahora mismo conviven esos dos grandes sectores, a los que cabe sumar un tercero, que es casi unipersonal, pero que tiene avalistas externos de peso, que lidera Jordi Sánchez. Si la división fuera tan exacta como la que acabo de describir, Sánchez tendría que ser el líder del sector de los independientes. No ha militado nunca en CDC y entró en prisión como líder de la ANC y salió siendo secretario general de Junts. Pero no lo es. Más bien tiene el apoyo del sector, denominémoslo todavía así, convergente que, por naturaleza, se decanta siempre por el pragmatismo, sacrificando los ideales a la manera clásica, como por ejemplo Pedro Sánchez ha hecho con la cuestión del Sáhara. 

2. Los independientes sin líder. Los independientes no tienen líder. Elsa Artadi, que al principio era la figura más relevante de este sector, sobre todo porque tenía la bendición de Carles Puigdemont, poco a poco ha perdido la influencia que tenía y su papel es hoy irrelevante. La puñalada que le asestó Jordi Sánchez durante las negociaciones para formar gobierno la perjudicó notablemente. Waterloo no la protegió. Artadi se ha refugiado en Barcelona, a pesar de que sus posibilidades de llegar a ser alcaldesa sean mínimas. Está por ver cuál será su futuro después de 2023. El relevo de Artadi tenía que ser Laura Borràs. Pero por muy buena voluntad que le pongamos, ya se vislumbra que no lo será. No quiso entrar en el Govern como vicepresidenta para ocupar la presidencia del Parlament y así tener una agenda propia, aunque a la hora de la verdad no ha sabido jugar sus cartas.

No ha sabido explicar en que consistía la desobediencia inteligente, que se ha convertido en pólvora mojada a raíz de la inhabilitación de Juvillà. Borràs habría podido dimitir para preservar la dignidad, pero no lo hizo y ahora quizás lo tendrá que hacer perseguida por la justicia por un caso de prevaricación de cuando dirigía la ILC. Es una líder nata, a quien la gente quiere, si bien tiene una visión miope, y a veces estrábica, de la política. Ella, y todos los que la acompañan, se resiste a aceptar que, si no tiene mucha suerte, puede tener un futuro muy incierto. La condescendencia con un mismo es una membrana que impide ver claro. Es necesario que la retórica se acompañe con hechos cuando se tiene la oportunidad de demostrar que no es demagogia. Si Toni Comín no estuviera exiliado, ahora podría optar a liderar el sector de los independientes. Al final, su currículum político no tiene nada que ver con CiU, y su distancia es mayor que la de Míriam Nogueras, por ejemplo, y está alineado con la estrategia del Consell per la República.

3. El lastre del pasado. Si el sector independiente de Junts tiene problemas reales para definir quién será su líder (aspirantes no le faltan: para empezar, Jaume Alonso-Cuevillas), el jefe de filas del sector convergente es Jordi Turull, después de la desaparición de las huestes de Josep Rull, hoy colocadas en cargos muy bien pagados para que no molesten. Pero Turull, que es un hombre listo, a pesar de que no sepa encajar los golpes de infortunio político, sabe que él no puede ser el futuro de Junts. Por eso promociona su entorno para que ocupe posiciones relevantes: ejecutiva, consejerías, alcaldías y en el llamado sottogoverno. Visto así, la conclusión podría llegar a ser fácil. Él y sus seguidores son los que dominan Junts y, por lo tanto, solo hay que esperar que llegue la oportunidad para asaltar el poder real.

La dificultad es que Turull no tiene complicidad con Jordi Sánchez, a pesar de que haya quien está trabajando de lo lindo para rehacer puentes entre ellos. El secretario general de Junts tiene un estilo de gobernar las organizaciones que siempre ha acabado mal, ya sea a la primera y la segundo Crida, sea en la ANC o en Junts. Turull necesita que alguien aglutine su sector y lo remolque hacia el realismo sin abandonar el giro independentista experimentado, primero, por las bases convergentes y, después, por la dirección. Pero para que la opción turullista sea creíble, es necesario que este sector encuentre un nombre que sea nuevo, que tenga credibilidad y, sobre todo, de quien nadie pueda sacar a relucir una fotografía acompañando a los corruptos de CDC en la entrada de los juzgados. Yo creo que lo tienen; sin embargo, lo reservan.

4. Carles Puigdemont y el aislamiento belga. Junts no se acaba aquí. Esquerra lo sabe y por eso siempre apunta en la misma dirección. Junts es, sobre todo, Carles Puigdemont. Él es la síntesis. Quiero decir que es el eslabón que hasta ahora ha unido a los dos sectores y arrastra a los votantes que no se sienten concernidos por las batallas internas del partido. La recuperación de Clara Ponsatí, que desde 2017 es supercrítica con todo el independentismo, como acaba de dejar claro en su libro de memorias, es obra de Puigdemont. Ella es eurodiputada de Junts, aunque no lo parezca, como mal menor y forma parte de la oficina parlamentaria conjunta.

Sin Puigdemont Junts no habría existido en 2017, ni habría ganado las elecciones en el campo independentista. Su liderazgo se ha ensanchado a medida que derrotaba una y otra vez la justicia española en los tribunales europeos. Lo que tendría que haber sido un valor, al final quizás se ha convertido en una muralla que aísla el presidente de la realidad catalana. La estrategia judicial ha perjudicado de tal manera la estrategia política que ha anestesiado decisiones que era imprescindible tomar. Todo el mundo se queja de ello. Es así como Puigdemont ha ido perdiendo aliados, en primer lugar, porque no ha sabido —o no ha querido— preservarlos, pero también por desesperación.

5. El futuro de Juntos. Se dice que el ataque frontal de Esquerra contra Puigdemont a través de las dramáticas declaraciones, en el sentido teatral, de Rufián responden a la intención de empujar a Junts fuera del Gobierno. Los dirigentes de Esquerra alimentan una fantasía. Se creen, y lo peor es que seguramente se lo creen de verdad, que pueden desbancar al PSC en las grandes alcaldías metropolitanas de Barcelona cuando no han sabido conservar siquiera la de Sant Vicenç dels Horts, de donde era alcalde Oriol Junqueras. Y eso les lleva a suponer que pueden ser la alternativa global en Cataluña de los socialistas si se quitan de encima Juntos. El PSC está en proceso de recuperación y en un eventual nuevo gobierno tripartito, la presidencia siempre será suya. Esquerra solo podrá conservar la presidencia de la Generalitat, ahora y en el futuro, con la ayuda de Junts, si es que estos no la recuperan gracias a la mala salud de hierro que les mantiene vivos.

He aquí la paradoja que Junts debería saber aprovechar si entre todos los implicados son capaces de poner orden en casa. A pesar de que el CEO, después del cese de Jordi Argelaguet, que fue su director durante una década gloriosa, presenta un Ómnibus con un sinfín de gazapos, nos proporciona un dato significativo. Junts se ha convertido en el partido independentista por antonomasia, por delante de Esquerra y de la CUP. Y eso es lo que Junts debe aprovechar, sin asociar su independentismo con el radicalismo tercermundista que defienden algunos dirigentes independientes, seducidos por la izquierda independentista de antaño. Hay que mirar más hacia Escocia que no hacia Latinoamérica o hacia el este. Junts podría llegar a ser el SNP sin la necesidad de estar todo el día apelando a la unidad con Esquerra. Esta cantilena ya no sirve. Los republicanos ya han optado, alejándose del independentismo. Junts tiene la oportunidad de convertirse en el eje del independentismo si se ordena, acumula fuerzas, y, por lo tanto, no excluye a nadie ni opta por el testimonialismo, como sería, por ejemplo, abandonar el Govern, que es lo que querrían sus enemigos y los más hiperventilados. Preservar Junts es preservar sus dos almas para impedir que aparezcan otras aventuras electorales que debilitarían todavía más el independentismo.