Los indultos no son la vía. No debería preocupar demasiado que la sala de lo penal del Tribunal Supremo, que es la misma que juzgó la causa contra los presos políticos, haya informado negativamente la concesión de cualquier forma de indulto —total o parcial— para los doce condenados por delitos de sedición, malversación de caudales públicos y por desobediencia. ¿Quién podía esperar un cambio de criterio de unos jueces que se mostraron parciales desde el primer momento? En el dictamen hecho público ayer, los magistrados —que han sido incomprensiblemente legitimados por algunos de los abogados de los presos con manifestaciones muy desafortunadas— no aprecian razones de justicia, equidad y utilidad pública en la causa (general) que justifiquen la concesión de la medida de gracia. ¡Claro que no! Por el momento, nadie ha claudicado en público. El conflicto de Catalunya con el Estado es político y no judicial. Puesto que no se sabía combatir el independentismo en el campo político, Vox convirtió los juzgados de guardia en su particular foro parlamentario. En realidad, la extrema derecha española ha ido escribiendo el guion de la represión incluso antes de obtener representación en las Cortes o en el Parlament catalán. El PP y el PSOE simplemente han practicado un seguidismo claudicante al permitir a Vox una “campaña” electoral muy larga. Así es como se ganan los votos.

Marchena y compañía tienen su relato sobre la reivindicación soberanista catalana y lo defienden con una interpretación más política que jurídica: “Se presentan como presos políticos los que fueron autores de una movilización encaminada a subvertir el orden constitucional, a cambiar el funcionamiento ordinario de las instituciones y, al fin, imponer la propia conciencia ante las convicciones del resto de sus conciudadanos”. Mientras la justicia española sea interpretada así por los jueces, la política será derrotada y el conflicto con Catalunya pervivirá. La política se degrada cuando son los jueces quienes deciden, por ejemplo, si sigue o no el toque de queda, atropellando a los gobiernos autonómicos. Entonces es cuando la separación de poderes se rompe y el gobierno de las togas promueve un estado semiautoritario. El gobierno de Pedro Sánchez defiende que el informe del Tribunal Supremo “es preceptivo, pero no vinculante”. Sánchez necesita aparentar que está estudiando en serio la opción de los indultos. Que Sánchez diga ahora —y que Miquel Iceta lo repita como un loro— que “en su mentalidad no hay ningún concepto que tenga que ver con la venganza, la revancha o el odio”, da pena”. Hay que tener mucha jeta para afirmar esto. Desde los entornos socialistas se ha fomentado la catalanofobia con tanta o más intensidad que el PP, Vox y Ciudadanos. El PSC se fracturó por eso y no porque los que se marcharon fueran necesariamente independentistas. Los que han recalado en ERC han reforzado, en realidad, el sector federalista del partido, día a día más predominante. Pero esta es otra historia y hablaré de ella otro día.

Cuando la extrema derecha y la derecha se abalancen contra el gobierno del PSOE-UP por la cuestión de los indultos, entonces en Catalunya se volverá a perder una oportunidad. En vez de prepararse para retomar el combate contra el Estado y ganar la independencia, se convocarán más manifestaciones en favor de los presos políticos

Los indultos deben ser rechazados. Son una solución engañosa que, además, solo beneficiaría a una parte de los líderes del 1-O. Los exiliados no pueden ser indultados porque no fueron juzgados en España, como tampoco se beneficiarían de él los 3.000 encausados o quienes son perseguidos por el Tribunal de Cuentas. Avalar los indultos porque “aligerarían el sufrimiento” de los presos y el de sus familias es olvidarse del sufrimiento de todos los perseguidos. Además, digamos las cosas por su nombre, la idea de promover los indultos forma parte de las negociaciones de ERC con el PSOE y está pensada con un doble objetivo. El más claro es volver a poner en circulación a Oriol Junqueras y su independentismo imaginario. O sea, lo que no existe sino de una manera abstracta y deja de ser real. El otro objetivo es más trascendente, porque persigue desterrar a Carles Puigdemont y aparcar su independentismo de confrontación en un exilio perpetuo. Para debilitar la base electoral de Junts, que se mantiene bastante robusta, hace falta que primero sea apartado definitivamente el president desposeído por medio del 155. En enero de 2018 ya se intentó algo así con la no investidura telemática de Puigdemont. Fue entonces cuando Joan Tardà declaró algo tan bestia, que ningún combatiente palestino se habría atrevido a decir de Arafat: “Si es necesario, tendremos que sacrificar a Puigdemont”. Si me atrevo a comparar el president catalán con el líder palestino es porque la causa palestina es muy apreciada por Esquerra. Los indultos a la carta están pensados para provocar este efecto y para que los sectarios les saquen provecho sin pestañear.

El Tribunal Supremo ha emitido un dictamen que es casi un manual de instrucciones para que Vox, el PP o Ciudadanos, o el tres a la vez, presenten un recurso contra los indultos si realmente son aprobados por el ejecutivo de coalición del PSOE con Unidas Podemos, el partido surgido —¡ay!— de una protesta que decía que quería cambiar el mundo. El poder —y en especial las ansias de poseerlo— domestica a todo el mundo. Cuando la extrema derecha y la derecha se abalancen contra el gobierno del PSOE-UP por la cuestión de los indultos (insisto, si se acaban aprobando), entonces en Catalunya se volverá a perder una oportunidad. En vez de prepararse para retomar el combate contra el Estado y ganar la independencia, se convocarán más manifestaciones en favor de los presos políticos. Cuando los defensores de una causa solo se movilizan para liberar a sus presos, es que han perdido la batalla principal y se refugian en el victimismo que acompaña al duelo. La estrategia de la confrontación pretende superar eso y dejar de actuar por reacción a la represión. La amnistía solo se conseguirá con la victoria de la causa independentista. Aunque también es cierto que entonces las puertas de las prisiones se abrirán solas. Lo digo para ser realista, ahora que se ha puesto de moda, y no fantasear. Lo suyo es seguir luchando y no llorar por las esquinas.