Deberíamos agradecer a Cayo Lara su ataque de sinceridad sobre el Plan de Empleo Rural (PER), el actual Programa de Fomento del Empleo Agrario (PFEA), y los efectos de la independencia de Catalunya sobre él. El 23 de marzo el antiguo coordinador de IU pronunció un discurso en Palma del Río (Córdoba) con el que acusó al independentismo catalán de ser una forma de “egoísmo”, ya que “sólo quiere comer de su propio plato y no quiere compartir el plato con los demás”. Cuando los comunistas se ponen a hablar de los derechos nacionales siempre mezclan churras con merinas. No se enteran de . Desde los tiempos de Marx y Engels que los marxistas más ortodoxos califican de trampa burguesa las reivindicaciones nacionales de algunas minorías, porque a los palestinos, pongamos por caso, se les perdona eso y mucho más. Stalin no murió en 1953. Sigue ahí, vivito y coleando. La profundidad y el refinamiento teórico del marxista austríaco Otto Bauer sobre la cuestión nacional fue una excepción. Al fin y al cabo, los comunistas ya le consideraban un social-traidor en 1907.

Lara denunció también que haya “representantes de los jornaleros de Andalucía que den apoyo a la independencia de Catalunya”, lo que según él “es una irresponsabilidad” muy grave que pone en peligro la subsistencia de los andaluces. “Que avance todavía más el independentismo no es bueno ni para Andalucía ni para España […] ¿Con qué piensan pagar el PER?”, se interrogó, en referencia al subsidio agrario creado para reducir las elevadas tasas de paro de Andalucía y Extremadura, “estamos hablando de economía, de la caja única de la Seguridad Social y de que el Estado tiene que ser el garante de la solidaridad”. Y por si no había quedado clara su opinión, remató el argumento con otra pregunta: “Si mañana se independiza Catalunya y después se independizan Euskadi y Galicia... ¿me explicáis qué es lo que quedará aquí?”. ¡Acojonante! Un líder de izquierdas que se convierte en apologeta del jornalero subsidiado en vez de proponer acabar con la explotación, la de verdad, la de los caciques, y denunciar una administración que no fomenta la riqueza y la prosperidad. Lara olvida señalar a los responsables de esa desigualdad y, en especial, que el PER debería haber sido un parche momentáneo.

Lara certificó con sus palabras que la tan traída dicotomía entre “la Catalunya productiva y la España subsidiada” es una verdad como la copa de un pino

Los jornaleros andaluces tienen derecho al trabajo como todo el mundo. Como los payeses catalanes, supongo, víctimas del expolio fiscal que reduce la capacidad de la Generalitat para generar riqueza y políticas agrarias, hablando solo del sector agrícola. Con el desparpajo de ese ataque de sinceridad, el viejo comunista reconocía por fin lo que todo el mundo sabe y que solo niegan los españolistas recalcitrantes, entre ellos el histriónico Paco Frutos, otro comunista de la vieja escuela quien destila tanto odio contra los independentistas que es capaz de juntarse con la extrema derecha para oponerse a los reclamos de autodeterminación de los catalanes con la misma irracionalidad que en los años treinta los comunistas repartían certificados de buena conducta proletaria. Sin darse cuenta, o sí, Lara certificó con sus palabras que la tan traída dicotomía entre “la Catalunya productiva y la España subsidiada” es una verdad como la copa de un pino. El PER llega a ocho comunidades autónomas: Extremadura, Valencia, Castilla-La Mancha, Aragón, Murcia, Castilla-León, Canarias y Andalucía y sirve para lo que sirve.

Puesto que podía darse el caso de que Lara no haya leído al todavía estigmatizado Andreu Nin, aquel trotskista catalán que fue asesinado por el PCE y agentes de la GPU, le transcribo un fragmento de un texto muy recomendable, que podría aplicarse a lo que pasa hoy en día en Catalunya, a pesar de que Nin idealizase lo que aportaba la URSS respecto a las nacionalidades, la dictadura del proletariado como solución a los problemas que comportaba la revolución democrático-burguesa y esa idílica Unión de Repúblicas Socialistas de Iberia que jamás existió. “El movimiento nacional en Catalunya —escribía Nin—, por su contenido y por la participación de las masas populares, es, en estos momentos, un factor revolucionario de primer orden, que contribuye poderosamente, con el movimiento obrero, a contener el avance victorioso de la reacción”. De ahí salió la propuesta de autodeterminación que defendió el dirigente comunista asesinado por los estalinistas como solución al reclamo de emancipación de Catalunya.

Algunos comunistas catalanes, a los que Lara menosprecia o expulsa, finalmente hoy dan la razón a ese Nin clarividente de los años treinta y se largan por la izquierda. Nin le ha ganado la partida a Lara. Los otros, los ortodoxos, se dedican al onanismo revolucionario, idealizando una deseada revolución social que, cuando la tienen enfrente, no saben reconocerla o simplemente la postergan porque no la dirigen ellos. El pensamiento de Nin, fuera o no instrumental, enterrará, aunque sea post-mortem, a los timoratos comunistas actuales, que están más ajados que la momia de Lenin.