“Estaría bien ponerse a hacer los deberes”. Esto es lo que recomendaría cualquier asesor político a los soberanistas refiriéndose a Barcelona. Llevamos días escuchando todo tipo de rumores sobre candidaturas. También el tiempo está demostrando que la propuesta de celebrar unas primarias soberanistas se ha convertido en un proyecto personal de Jordi Graupera. Viajó a Bruselas y volvió publicando tuits con los que quería dar a entender que estaba hablando por boca del president Puigdemont. Lo sorprendente es que el interesado en ningún momento le dio el apoyo explícito que él había ido a buscar. Graupera hizo un Tarradellas, para entendernos. Vendió en positivo lo que no fue. Incluso los políticos noveles aprenden rápido los mecanismos de la vieja política. Graupera propuso un mecanismo para confeccionar una lista unitaria y, de momento, ninguno de los antiguos partidos autonomistas le ha comprado la moto.

Estamos donde estábamos tiempo atrás, la única diferencia es que el PDeCAT no tiene cura, que ERC dice que quiere cambiar al cabeza de lista y que la CUP sigue siendo la CUP. Tantas personas, tantos pareceres. Como siempre. Los partidos convencionales son incorregibles. No se dan cuenta del momento histórico que estamos viviendo. Siguen pensando en términos caducados, pensando en deudas personales que se tienen que pagar, en acuerdos bajo mano, como si fueran agencias de colocación. Y podía ir ampliando esta descripción pero lo dejaré en un beatífico etcétera. Una situación bastante casposa, la verdad. Barcelona necesita una propuesta soberanista alentadora que no veo por ninguna parte. Y las que hay no animan ni los más convencidos del redil. Y, aun así, Barcelona es capital, si se me permiten repetir el conocido juego de palabras. El soberanismo tiene que ganar la alcaldía de Barcelona como sea, palmo a palmo, si es que quiere de verdad que el mundo crea que el movimiento republicano es sólido, amplio y realmente mayoritario.

El soberanismo tiene que ponerse las pilas si que quiere ganar esta batalla. Y tiene que hacerlo con generosidad entre las diversas familias y tendencias

No sé si el soberanismo es consciente de lo que se  juega en esta partida. Y si para ganar es necesario hacer sacrificios, habrá que hacerlos. Los electores soberanistas lo agradecerán, pero es que, además, hay que ir a buscar el voto de los ciudadanos que ya están hartos de una etapa dominada por Ada Colau y los comunes que ha situado Barcelona en el peor escenario imaginable. El combate ya no consiste en determinar si el Ayuntamiento está más o menos alineado con el proceso soberanista, sino que tiene que resolver el modelo de ciudad-capital que queremos por el día de hoy y para el futuro. Colau no es un personaje amortizado, como se piensa algún bobo. A pesar de que, como se ha visto con la crisis de Xavier Domènech, ICV ha recuperado las riendas del Ayuntamiento y de Catalunya en Comú (demostrando que han sido capaces de travestirse mejor y con más discreción que la antigua CDC), Colau tiene su aura y la sabe explotar. Es la primera populista del país. En el otro extremo, el soberanismo tendrá que competir con Manuel Valls, quien ya se deja ver por algunos cenáculos del cap i casal, a pesar de que todavía es diputado de la Asamblea Nacional francesa (¡qué poco que les dura a Cs el regeneracionismo!), y está claro que es el hombre del establishment y del mundo de las finanzas. Seguramente se presentará con una plataforma ad hoc para aglutinar al unionismo. Quienes han asistido a alguno de los encuentros que le están organizando aquí y allá saben que el exprimer ministro francés tiene discurso, a pesar de que no sabe pronunciar ni una sola propuesta para Barcelona. Valls es una operación de marketing que puede poner en dificultades al PSC, por eso le ha propuesto a Xavier Roig, el que fuera el fontanero de Pasqual Maragall durante años, que sea su jefe de campaña, y a la vez acabar definitivamente con el PP de los hermanos Fernández Díaz.

El soberanismo tiene que ponerse las pilas si que quiere ganar esta batalla. Y tiene que hacerlo con generosidad entre las diversas familias y tendencias. Ganar Barcelona es capital. Hay que construir una candidatura republicana amplia que debería estar encabezada por quien tenga más posibilidades de recoger más votos. Y esta persona se puede llamar Maragall o Mascarell o Perico de los palotes. La cuestión es que sume los 21 regidores que le permitirán derrotar a los demás candidatos, a los de los dos extremos, Colau y Valls, que ya sabemos qué ofrecen para Barcelona. Barcelona ha sido una marca de éxito que se va diluyendo por culpa de iniciativas absurdas y enzarzada en debates estériles, como el del tranvía. Y la demostración que esto es así es que Colau pescó en aguas convergentes y fichó al exconsejero Pere Macias para que tirare adelante la conexión de los tranvías. Y he aquí que ahora Macias se ha marchado a Madrid para trabajar con el PSOE y las cercanías sin haber aportado nada de nada. El soberanismo tiene una gran oportunidad y está por ver que sepa aprovecharla. Si no acierta, la clase política soberanista acabará convertida en Macias.