La Comissió de la Dignitat es una entidad memorialista que creamos un grupo de ciudadanos y ciudadanas un 21 de enero, hoy hace 20 años, en el Ateneu Barcelonès. Nuestra voluntad era la de contribuir, desde el movimiento cívico, a la recuperación de lo que mediáticamente se había conocido como los "papeles de Salamanca". Aquel objetivo, que algunos tildaron inmediatamente de utópico e idealista, venía en respuesta a las declaraciones hechas días antes por José María Aznar en las que anunciaba la determinación de su gobierno de que ningún documento del llamado Archivo de Salamanca saliera de aquella siniestra institución, en clara referencia a la histórica reivindicación de los catalanes de recuperar los archivos expoliados por los franquistas en el periodo 1938-39.

Con el paso del tiempo, hemos podido ver con gran satisfacción que a aquella antidemocrática proclama de Aznar se le pudo dar respuesta jugando bien las cartas. Lo hicimos con una movilización pionera de la opinión pública mundial que contó con el apoyo de personalidades desconcertadas de que un espolio llevado a cabo por fascistas no se hubiera reparado. Entre otros, firmaron ex jefes de estado, líderes mundiales en varias áreas, dirigentes destacados de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, premios Nobel y un ex secretario general de la Unesco, y una multitud de catedráticos universitarios de los cinco continentes. En cierto modo, pudimos lanzar un rayo de luz sobre el agujero negro que era ―y es― el actual estado español en términos de calidad democrática, ya que en tantos aspectos ejerce desacomplejadamente de heredero del franquismo. Pudimos constatar como a la bestia se la podía vencer incluso jugando en campo contrario, con el árbitro comprado y frente a una opinión pública española ferozmente mediatizada en contra del retorno de los documentos a Catalunya.

Pudimos lanzar un rayo de luz sobre el agujero negro que era ―y es― el actual estado español en términos de calidad democrática, que en tantos aspectos ejerce desacomplejadamente de heredero del franquismo

Quizás alguien dirá que luchar por unos documentos expoliados sesenta años antes es una lucha secundaria. Quizás alguien puede pensar que habría sido preferible que el éxito conseguido en la recuperación de los papeles se hubiera producido en alguna otra esfera de la lucha antifranquista, donde tantas violaciones de los derechos colectivos todavía quedaban ―y quedan― sin corregir. Pero habiendo quedado obviados y asumidos los crímenes del franquismo por la enclenque Transición (cosa que habría sido sencillamente impensable en cualquier otro país que pretendiera salir de una sangrante dictadura para acceder a un estado de derecho democrático), pensamos que era una buena estrategia no solo para empezar a hacer justicia, sino para demostrar que el franquismo, que tan vivo está, se podía vencer en algún campo.

Con la histérica reacción en contra de nuestra justa demanda, se pudo ver que el contagio totalitario y anexionista era un hecho plenamente transversal en España (recordemos, por ejemplo, la frialdad con que Izquierda Unida de Salamanca trató la reivindicación). Eran excepcionales los casos de entidades e intelectuales españoles que pudieron vencer la catalanofobia imperante para situarse al lado de la justa reivindicación catalana. Entre ellos, dejadnos citar los casos de los Verdes de Salamanca y de Izquierda Castellana, modélico partido este último que hoy el estado de derecho español quiere fulminar con la excusa de un tecnicismo. Entre los que pagaron muy cara su solidaridad con Catalunya, queremos citar a Aníbal Lozano, Jose Luis de las Heras y Teresa Carbajal, estigmatizados todos ellos por querer denunciar un espolio que, recordémoslo, fue inicialmente planificado desde la oficina de la Gestapo en Valladolid. Tal es la magnitud de la tragedia española.

Evidentemente, a pesar de haber centrado nuestra lucha en la recuperación de los archivos y su devolución a los legítimos propietarios, privados o públicos, la Comisión no se ha limitado al área documental. Hemos creído que tenía que ser mucho más amplia la tarea de recuperación de la memoria histórica y aquello que el amigo Paul Preston en su día definió como la "rectificación de los crímenes del franquismo que todavía se pueden rectificar". En este sentido, en la Comisión de la Dignidad estamos especialmente orgullosos de haber conseguido que el Parlament de Catalunya, en base a un proyecto presentado por la Comisión, hubiera procedido a la anulación efectiva de los consejos de guerra a los antifranquistas, haciendo de Catalunya el único país del Estado que lo haya llevado a cabo.

También estamos orgullosos de haber organizado tantos años los Premis Dignitat con los que hemos podido honrar modestamente a personas y colectivos que considerábamos que se tenían que destacar por sus actividades en pro de la democracia y los derechos humanos. Desde Francesc Ferrer i Gironès hasta Neus Català. Desde Jordi Borràs hasta Julian Assange. Desde Cap Dona en l’Oblit hasta Josep Maria Boix, director general de la Caixa de Pensions en el periodo de la Guerra Civil, persona defenestrada por los franquistas de quien los actuales dirigentes de La Caixa todavía parecen medio avergonzarse. También hemos trabajado en la restitución de inscripciones en catalán borradas por los franquistas en varios monumentos como el de Frederic Mistral, el de la proclamación de la República Catalana en Tibidabo, el de Geroni Granell o las inscripciones del edificio histórico de La Caixa en Via Laietana. También la participación en varios homenajes multitudinarios al president Companys, que incluyó la colocación de una placa en recuerdo de su detención en Arabol, en la Bretaña francesa; la manifestación en la Puerta del Sol donde fue detenido y torturado; el acto en Sant Agustí con el Réquiem de Mozart o el gran acto de homenaje a los músicos republicanos represaliados con la orquesta de la ESMUC en el salón Oval de Montjuïc, donde se interpretó la marcha fúnebre de Sigfrid de Wagner y obras de los propios músicos represaliados. La restitución de la bandera que Companys colocó en el castillo de Montjuïc en 1936, bien visible desde toda Barcelona. El homenaje al presidente del FCB fusilado por los franquistas con la interpretación del Réquiem de Fauré en la iglesia del Pi. Todo esto sin olvidar el memorable acto de reclamación de los papeles de Salamanca que llenó el Palau Sant Jordi el 21 de octubre del 2007, dando un impulso cívico definitivo al cumplimiento de la ley de retorno que tanta pereza les daba ―y da― a los gobiernos de Madrid. También estamos satisfechos de haber homenajeado la memoria de Carles Rahola ―con un emotivo Egmont en el Teatro Municipal de Girona―, el brigadista internacional Michael O'Riordan y de llevar a cabo nuestra campaña ―compartida con la sectorial de personas represaliadas de la ANC― por el cierre de la comisaría de la Policía Nacional en Via Laietana para convertirla en un centro de interpretación de la represión política y la tortura en Catalunya, junto con tantas iniciativas más con las cuales hemos querido combatir el espíritu fascista que impera en tantos ámbitos de la España del pasado y del presente. Seguimos.