Este año los huevos de Pascua —y los que se repartirán en la primera quincena de mayo— contienen nuevos rellenos sorpresa. Todos los políticos de Catalunya quieren cambiarnos el voto con palabras más o menos acertadas y la compensación de un artificio de plástico y chocolate. Como si de quincalla se tratara.

En los próximos días oiremos algún discurso sensato, pero también irán cayendo las capas de cebolla de la estulticia que pondrán a prueba nuestras defensas y nos expondrán al ácido sulfúrico de la política entendida como botín. Ya conocimos a políticos más propensos a enrabietarnos desde el primer momento, sin respeto a la sociedad ni a la cultura, con grave desconocimiento de los derechos humanos, pero los que no llegaron a poder limitar su ira ni con ayuda del diccionario, se acercan dolorosamente a la inanidad. De nosotros depende.

La trivialidad también juega. Así, para algunos, convertir el Hard Rock, con sobreactuación incluida, en pretexto y principio socrático que incluye su dosis de cicuta, descubre penosas, diversas e interesadas miopías. A su lado, los que se pasan  del bando del no al sí a la amnistía, inventan lugares comunes centenarios y ponen en ridículo a su propio candidato, un salvador más que perdido que intenta esconder su trayectoria ilógica bajo un rictus de desprecio. Ni siquiera las mascarillas de dudosa procedencia pueden acudir en su ayuda,

Tergiversaciones, imprecisiones, promesas nunca cumplidas y compromisos difíciles de concretar los podemos detectar en cada grupo político

Por encima de todos los malquereres que pueden dar su último suspiro, brilla con luz propia el de Ciudadanos y el PP. A su lado, el desentendimiento (por decirlo suave) entre ERC y Junts parece casi una pillería que requiere de foto finish para que se pueda determinar quién llegó primero a vaya usted a saber dónde… y más cuando Junts cedió argumento y toda la iniciativa al president Carles Puigdemont. Tergiversaciones, imprecisiones, promesas nunca cumplidas y compromisos difíciles de concretar los podemos detectar en cada grupo político. Pero sólo Puigdemont ha conseguido utilizar, por segunda vez con credibilidad prestada, trabajada y conquistada, la fuerza de ser el president legítimo abatido por un 155 de indignidad. 

Quedan por oír el discurso de la CUP y el que puede ser muy explícito y contundente de Clara Ponsatí y Jordi Graupera. Y quedan días también para analizarlos y valorarlos. Pero no parece lo más sensato sumarnos al mundo de la idiocia y aplicar todos los débitos y créditos al mismo candidato o candidata. Hasta ahora, si ha habido algún discurso de provocación inteligente, es el del president Puigdemont, y si hay alguna fórmula que pudiera ser favorable a los guardianes del momentum, también la hemos oído en la población de Elna. 

Y la solución no anda lejos, entre una Girona que se crece y un protagonismo mucho mayor de gente buena. Sin embargo, solo aparece la guía hacia un camino con los mínimos accidentes cuando invertimos protagonismos y es la gente la que se abre paso, la que escoge y actúa, la que aparta las malas hierbas y sortea los escollos… la que obliga a retomar el camino a Ítaca.