La última junta de accionistas de Mercedes ha confirmado un creciente malestar entre los inversores, impulsado por unos resultados económicos por debajo de las expectativas y una estrategia corporativa que no ha logrado consolidarse. La compañía registró una caída del 43 % en su beneficio neto interanual durante el primer trimestre de 2025, hasta los 1.731 millones de euros. A esto se suma un retroceso del 7 % en la facturación y una disminución del 41 % en el beneficio operativo, lo que ha obligado al grupo a retirar su previsión de beneficios para todo el año.

Esta situación se ha visto agravada por el descenso en las ventas de vehículos eléctricos, que se contrajeron un 14 % en el mismo periodo, y por la pérdida de cuota de mercado en regiones clave como China y Europa. En ambos mercados, las entregas cayeron en torno al 10 %. El impacto ha sido directo sobre la rentabilidad del grupo y sobre su posición en un contexto marcado por la incertidumbre arancelaria en Estados Unidos y la presión competitiva global.

 

En este sentido, los accionistas han dirigido sus críticas hacia el CEO Ola Källenius, cuestionando especialmente el giro estratégico hacia la electrificación total y el enfoque en modelos de lujo. La eliminación de modelos de acceso como el Clase A y la transformación de AMG hacia una gama más eficiente no han sido bien recibidas, al considerar que han erosionado el volumen y la imagen tradicional de la marca. La meta declarada de alcanzar 2,5 millones de unidades vendidas en 2026 se percibe ahora como difícilmente alcanzable.

Críticas a la estrategia y presión sobre la dirección

Ante esta presión, Mercedes ha anunciado varias medidas de ajuste. Entre ellas, la reducción de la producción en fábricas alemanas y el traslado de parte de la fabricación a países como Hungría, donde los costes son inferiores. También se implementarán planes de reducción de plantilla mediante salidas voluntarias y congelación de nuevas contrataciones.

 

Cabe destacar que la compañía ha recortado el dividendo hasta los 4,30 euros por acción, frente a los 5,30 euros del año anterior, una decisión que ha incrementado aún más el descontento entre los accionistas. Todo ello ha dejado al actual equipo directivo en una situación comprometida.

Por otro lado, la creciente presión para revisar la estrategia pone en duda la continuidad de Ola Källenius al frente del grupo. El futuro inmediato de Mercedes queda condicionado a su capacidad para recuperar la rentabilidad sin abandonar por completo su apuesta tecnológica.