El trágico terremoto del pasado domingo en el este de Afganistán ya deja más de 2.200 muertos, y más de 260.000 afectados. Los equipos de rescate siguen trabajando a contrarreloj para poder llegar a las aldeas más remotas de las regiones de montaña. En la mayoría de imágenes y vídeos solo se ve a hombres, y las mujeres no aparecen ni como víctimas ni ejerciendo de rescatistas ni de enfermeras. Esta es precisamente la otra cara de la tragedia, y es que desde el retorno de los talibanes al poder en 2021, el régimen de Kabul ha eliminado a las mujeres del espacio público. Tienen prohibido el acceso al trabajo y a la educación, además se ha coartado su libertad a los máximos niveles, como la prohibición de hablar en público o interactuar con hombres que no sean de su familia. Este aislamiento se ha hecho evidente después de este terremoto, poniendo en riesgo la vida de miles de mujeres y niñas.
La prohibición de contacto físico entre hombres y mujeres que no sean de la misma familia, incluso, en situaciones de emergencia, está provocando que muchas mujeres heridas por el seísmo no sean atendidas por los equipos de rescate. Así lo relata The New York Times, que ha acudido en persona a la aldea de Bibi Aysha, donde la ayuda no llegó hasta 36 horas después del seísmo. Según informa el diario estadounidense, en la aldea de Andarluckak, en la provincia de Kunar, al equipo de emergencia sacó rápidamente a hombres y niños heridos, pero, en cambio, no lo hace con las mujeres, que estuvieron apartadas e ignoradas por los equipos de rescate.
El abandono de las mujeres
La discriminación en la atención humanitaria vuelve a poner sobre la mesa la situación de exclusión total que viven las mujeres en el mundo del islam, que se ha visto gravemente afectada desde la llegada de los talibanes hace cuatro años. Desde entonces, las violaciones a los derechos humanos del colectivo son constantes. Los expertos ya apuntan que el número de mujeres y niñas muertas será superior en el de hombres, por la falta de cuidados en las 24 horas posteriores al seísmo.
Según ha relatado un testimonio a Radio Azad, una mujer ha sufrido un aborto porque no fue tratada después del terremoto. "Cuando sucedió el terremoto, estaba dando a luz, pero la situación pasó a ser muy grave", y ha añadido que "ahora está en un hospital, pero no consigue recuperarse. No hay médico para atenderla ni medicamentos". En la aldea Mazar Dara, en la provincia de Kunar —una de las más afectadas por el seísmo— uno de los rescatistas ha declarado al New York Times, que su equipo dudó sobre rescatar a las mujeres o no. Un portavoz del ministerio de Salud talibán, Sharafat Zaman, ha reconocido la escasez de trabajadoras sanitarias en las zonas devastadas por el seísmo, aunque ha prometido que movilizarán a mujeres sanitarias "para atender a las mujeres". Por su parte, la representante de ONU Mujeres en Afganistán, Susan Ferguson, ha alertado sobre la necesidad de dirigir la ayuda internacional a mujeres y niñas, que señala que son "las más afectadas por este desastre". "Tenemos que asegurarnos que sus necesidades sean la prioridad de la respuesta y la recuperación".
Tres nuevos terremotos en 24 horas
Una serie de nuevos terremotos ha sacudido en las últimas 24 horas la provincia de Kunar, en el este de Afganistán, sembrando el pánico y forzando nuevas evacuaciones en una región ya devastada por el seísmo del pasado 31 de agosto, según han informado este sábado fuentes oficiales y habitantes de las poblaciones afectadas. El temblor más reciente, de magnitud 5,2, se ha registrado a las 21.55 horas del viernes, precedido de otro de 4,5, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS).
Esta persistente actividad sísmica, que incluye otro fuerte temblor de magnitud 5,6 en la noche del jueves, está agravando el trauma de la población. Solo para el seísmo del jueves, se estima que unas 85.000 personas estuvieron expuestas a sacudidas fuertes. Los residentes de las zonas de montaña, temiendo el colapso de las viviendas que quedaron en pies y han empezado a abandonar sus aldeas.