Ser periodista nunca ha sido una profesión exenta de riesgo, pero 2024 ha marcado un antes y un después en la magnitud de este peligro. Según datos recién publicados por Reporteros Sin Fronteras (RSF) y el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), la Franja de Gaza se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo. El conflicto armado entre Israel y Hamás, intensificado a partir de octubre de 2023, ha provocado una auténtica tragedia para los profesionales de la información.

Solo en el último año, al menos 85 periodistas han perdido la vida en Gaza, la mayoría palestinos, en un contexto de bombardeos constantes, cortes de comunicaciones y falta total de garantías de seguridad. RSF ha descrito la situación como una “matanza sin precedentes”, señalando que muchos de los ataques contra periodistas han sido deliberados o negligentes, sin que se hayan investigado o sancionado.

Israel, además, aparece entre los primeros lugares del índice de impunidad del CPJ, que denuncia que los asesinatos de periodistas raras veces llegan a juicio. Eso crea un precedente peligroso: la impunidad se convierte en normalidad.

Pero Gaza no es un caso único. México sigue siendo uno de los países más mortíferos para periodistas en tiempo de paz. En 2024, cinco profesionales fueron asesinados, a menudo por bandas criminales o actores políticos, en medio de un clima de corrupción e intimidación. La situación no es mucho mejor en Bangladés, donde cinco periodistas murieron durante las protestas del julio pasado, y en Haití, país inmerso en el caos y la anarquía de bandas armadas que operan con total impunidad.

Los retos de una profesión asediada

Los peligros que afrontan los periodistas van mucho más allá de las zonas de guerra. La criminalización del periodismo, la censura digital, el acoso en línea y la desinformación organizada son algunos de los retos estructurales que amenazan la libertad de prensa por todo el mundo.

Además, la concentración de los medios, la precariedad laboral y la falta de independencia editorial debilitan el periodismo desde dentro. Los profesionales a menudo se ven obligados a escoger entre la seguridad personal y la verdad. Las fuentes se autocensuran por miedo, y muchos reporteros evitan cubrir ciertos temas, especialmente relacionados con el crimen organizado, la corrupción o el activismo político.

En este contexto, la protección jurídica e institucional de los periodistas es insuficiente. Tanto en países democráticos como en regímenes autoritarios, el periodismo crítico es a menudo percibido como una amenaza, no como un pilar fundamental de la democracia.

¿Qué futuro espera al periodismo? La respuesta es compleja. Lo que sí que parece evidente es que, sin garantías mínimas de seguridad y libertad, el ejercicio del periodismo se ve gravemente comprometido. Por eso, es fundamental que la comunidad internacional y las organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos refuercen los mecanismos de protección y seguimiento. Preservar la tarea de los periodistas es clave para garantizar una información plural y contrastada en cualquier sociedad.