Dice el título principal de El Periódico que la campaña electoral se cierra con un sprint final movido, mientras El País explica por debajo de la portada que los candidatos usan toda la artillería en la recta final, una imagen bélico-deportiva un tanto confusa —si hablas de artillería pega más "ofensiva final", "ataque final" o así— y El Mundo, en una columnita, retrata la cosa de manera más terrenal, agarrado a las palabras de "Ferraz", que no es un señor sino el nombre de la calle donde el PSOE tiene su sede central: "Subimos fuerte. Todo se va adecidir por 7-8 diputados". La Vanguardia escoge uno de los hechos que permiten a otros hablar de sprint y de artillería: como Yolanda Díaz este miércoles, Pedro Sánchez ha mencionado las fotos de Alberto Núñez Feijóo con Marcial Dorado, un empresario gallego condenado a 14 años por narcotráfico y blanqueo de dinero.

Tiene sentido que La Vanguardia especifique. Dos de sus periodistas, Eduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas, publicaron en 1989, hace 34 años casi exactos, la primicia de que el grupo de Dorado —"el padrino de la ría de Arosa", lo llaman— era el más activo en el blanqueo de dinero del narco gallego, según Francia y Suiza. En el verano de 1995 Dorado y Feijóo, entonces secretario general del Servicio Gallego de Salud, pasaban unos días de recreo a bordo de un yate. En 2013, El País publicó las fotos del evento, cuando Feijóo ya era presidente de la Xunta de Galicia. Feijóo dijo que no tenía especial relación con Dorado. Que él era uno más entre muchos en ese yate. Que no sabía a qué se dedicaba Dorado. El propio Dorado dijo que Feijóo era amigo suyo. Que habían viajado juntos a Andorra y a Portugal. Que lo había tenido en casa muchas veces. En fin. Se conoce que el yate de Dorado era muy grande —¡cabía tanta gente!— y que Feijóo no leía La Vanguardia. Si algún día los de Netflix ruedan Narcos: Galicia, esta es una escena que no dejarán escapar. O sí: los votantes gallegos han otorgado a Feijóo cuatro mayorías absolutas en las autonómicas y los diarios se han hecho el sordo. Solo piensa qué festival sería si hubieran tratado las relaciones de Feijóo y Dorado con el mismo celo agrio que los viajes de Sánchez con el Falcon o los traabajos de Correos con el voto por correo, por poner dos casos entre cien.

El Mundo presenta a Feijóo con ademán de vaquero, los brazos en jarras, desafiante, en un paso de peatones de la Diagonal. De fondo, las flechas de los carriles en su dirección, como empujando. El candidato pepero habla de "concordia" y avisa a los catalanes: "No provocaré ninguna tensión en Catalunya pero no admitiré chantajes". Muchas gracias. Alguna consigna corre entre los líderes de la derecha, porque el presidente de la Junta de Andalucía, Moreno Bonilla, dice cosa parecida en una entrevista en El Periódico: "Hay que intentar que Catalunya y el resto de España puedan entenderse". Tienen gracia estos títulos, no tanto por lo que proponen, que es tópico y sobado, sino por la situación que dan por supuesta, sin la cual no se entienden esas declaraciones: que Catalunya y España no se avienen o que, de hecho, hay tensión y no "concordia". La consigna sería que hay que desmentir el relato del PSOE de que "hoy, Catalunya no es un problema". Se ve que sí que es un problema. Ellos mismos lo dicen.

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