El único highlight interesante que nos ha regalado Meritxell Batet durante las últimas semanas ocurrió justo a inicios de campaña cuando, en una entrevista en la SER Catalunya, la candidata del PSC dijo que "la mayor parte de la población no tiene problemas para seguir pagando el alquiler". Batet lamentó enseguida esta frase (una patada directa en los cascabeles de aquellos que tenemos la desgracia de pertenecer al colectivo en cuestión, especialmente en Barcelona) con el clásico argumento del "no me he explicado bien". Sinceramente, no creo que la actual presidenta ignore los problemas de los ciudadanos con la vivienda (ella misma ha explicado más de una vez cómo fue desahuciada de casa de su madre), pero el lapsus en cuestión explica bastante bien el camino de una política que proviene de abajo, curranta y sacrificada, pero que ha pasado a ser vista como un elemento decorativo más de la aristocracia progre española.

Las declaraciones en cuestión debieron hacer daño a Batet, y no solo por la cagada monumental de estrategia, sino porque su papel en esta campaña consistía en pasar cuanto más desapercibida mejor. España vive un resurgimiento del presidencialismo y, como pasa también en el PP, los candidatos al Congreso se llaman Sánchez y Feijóo en todas partes; and the rest is noise. De hecho, esta ha sido la salmodia recurrente de su fiel escudera, primero en el Gobierno y después en el Congreso: recordar que, por mucho que los catalanitos podamos estar un tanto cabreados por el hecho de que Grande-Marlaska nos envíe espías que se encaman con nuestros activistas, su administración siempre será un pelo más bondadosa a la hora de cascarnos que no si Abascal es vicepresidente. Como pasa siempre con la izquierda, lejos de reivindicar la obra de gobierno, lo que hace falta es azuzar el canguelo.

El viraje del PSC hacia la dependencia con el kilómetro cero explica que en 2015 Batet se presentara como número dos de la lista por Madrid, justo después de Sánchez

Hay que estudiar muy bien la evolución de Meritxell Batet, una mujer hormiguita que pasó de alumna becada a profesora de Constitucionalismo en la UPF, para después entrar en la órbita del PSC como jefa de gabinete de Narcís Serra y presidenta de la Fundació Pi i Sunyer (se acabó afiliando al partido en 2008, coincidiendo con su segunda legislatura en el Congreso). El currículum de la política es interesante, sobre todo para recordar cuando el PSC rompió el voto socialista en la cámara baja española a raíz de la demanda convergente de un referéndum donde Catalunya pudiera decidir su relación con el resto del Estado. Todo eso queda muy lejos, pues Batet ha acabado haciendo carrera solo en la capital del reino y este año, con respecto a la cosa nuestra, los socialistas solo se limitan a repetir que con Pedro Sánchez Catalunya ya no vive tan mal como en 2017, cuando se quemaban contenedores y blablabla.

El viraje del PSC hacia la dependencia con el kilómetro cero explica que en 2015 Batet se presentara como número dos de la lista por Madrid, justo después de Sánchez. Desde aquel momento, a pesar de que haya vuelto a ocupar el primer lugar en Barcelona, el núcleo gravitatorio de esta política es el poder central. Por lo que respecta a Catalunya, a Batet solo la vemos como fondo de pantalla de las habituales intervenciones de los diputados catalanes en el Congreso (con una cara de parsimonia que asusta y rezando para que no tenga que advertirles por enésima vez que en aquel lugar venerable solo se habla español). Aparte de hacer de jefa de bedeles, Batet ha promovido muchos encuentros entre políticos del PSOE y del PP, lo cual certifica las ganas que hay en Madrit de acabar con la mandanga del pluripartidismo. También aquí, of course, donde muchos pagarían por hacer volver a revivir la sociovergencia.

Después de su resbalón, Meritxell Batet ha vuelto al perfil de anónima que tanto le gusta desde que preside el Congreso, luciendo rizos por el territorio con mucha gracia, quién sabe si consciente de que su nombre solo aparece de vez en cuando dentro de una parsimoniosa conversación de whatsapp donde alguien osa recordar cómo la había visto, danzarina y estupenda ella, sirviendo copas en alguna coctelería de Barcelona (dicen algunas voces acreditadas que el establecimiento en cuestión era el Nitsa Club, también Luz de Gas, sin embargo, a través de fuentes muy directas, puedo cerrar el debate casi de forma definitiva: era la Sala Bikini). Al PSC le irá muy bien el 23-J, por el simple hecho de que un independentismo pactista siempre acaba beneficiando a los sociatas. Hecha la cosa, Batet podrá volver muy pronto a Madrid, que es la ciudad donde le tocó el gordo; si Sánchez gana, seguirá siendo la jefa de bedeles mejor pagada del mundo.