Dicen que en las calles de Tárraco, hace dos mil años, cada día se repartían gratis unos cuantos panes y unas cuantas entradas para el anfiteatro. De la táctica del 'pan y circo' para tener calmada la gente y evitar rebeliones ya hace una pila de siglos, sin embargo, por eso la programación de espectáculos del Palacio de Congresos de Tarragona ya no anuncia carreras de cuadrigas ni gladiadores, sino los próximos shows de Faemino y Cansado, el mago Jorge Blass o la obra teatral Que Dios nos pille confesados, un espectáculo con Josema Yuste vestido de cura que destila un tremendo olor a rancio y a posguerra. Todos son de pago, claro, pero como la democracia es en el siglo XXI el gran antídoto contra las revueltas, el único show gratuito en la cartelera es el mitin electoral de los Comuns que tiene que empezar dentro de veinte minutos, a la hora del vermú, y que siguiendo la tradición de los artistas madrileños que hacen visitas a provincias, este domingo presenta la actuación de Yolanda Díaz.

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20240505 ACTO COMUNES TARRAGONA JESSICA ALBIACH YOLANDA DÍAZ / Foto: Montse Giralt
Yolanda Díaz y su sonrisa cuqui llegando al mitin. / Foto: Montse Giralt

Con mi acreditación circense de prensa colgada en el cuello, me planto ilusionado a Tarragona con la esperanza de que en el acto haya un poco de panem, ni que sea un picoteo con galetitas saladas, pero lo que me encuentro antes de entrar en el Palacio de Congresos son dos turistas andaluces que hacen fotos al muro de la antigua pedrera que hay en frente. Me paran, me preguntan si aquello es la muralla romana y les respondo que no, ya que en Tarragona confundir una pared con un vestigio milenario es una cosa tan común como hablar del PSOE considerándolo un partido de izquierdas. Interesados, los dos excursionistas miran a la cincuentena de personas que van entrando en el Palacio de Congresos y me comentan si sé qué caray pasa, pero cuando les digo que un mitin de los Comuns, me tratan haciendo cara de no saber de qué hablo. La versión catalana de Sumar, añado, y es entonces cuando la chica mira a su compañero de aventuras y le dice, "ah coño, ¡el Podemos cuqui"!.

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La ministra Díaz, tratada como una estrella de la farándula. / Foto: Montse Giralt

El hedonismo cuqui debe ser beber agua un domingo a la hora del vermú, pues, ya que en el hilo musical no paran de sonar canciones como Happy de Pharrel Williams, Alegría de Antònia Fuente o La vida se un carnaval de Celia Cruz, pero a pesar de este sobreestimulante ambiente de gozo, la primera gran decepción de la mañana es comprobar que no hay aperitivo. La segunda es corroborar que la ministra de Trabajo llega tarde, pero nadie parece impacientarse porque si alguna cosa abunda entre el público, aparte de mucho señor con camiseta reivindicativa puesta encima de una camisa de cuadros, es el hipismo calmado de mucha gente con pinta de escaparse a hacer nudismo las tardes de julio en la cala Waikiki. La media de edad del centenar de asistentes es superior a los sesenta años, sobradamente, y a duras penas cuento a una decena de jóvenes que rondan la treintena, llevan tote bag y hacen cara de no tener tele, sino un proyector que enfoca a una pared blanca en algún piso con baldosas hidráulicas.

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No n'hi ha prou amb la felicitat, els Comuns exigeixen eufòria. / Foto: Montse Giralt

Cuando Jèssica Albiach y Yolanda Díaz por fin aparecen, su entrada al ritmo de Soy yo de Bomba estéreo dibuja una escena más propia de un desfile del 080 que de un mitin de los herederos del PSUC, quizás porque si alguna cosa tienen los Comuns y Sumar es que, de largo, son quienes mejor visten de todo el universo político al estado español. También son el partido que más y mejor ha apostado por el liderazgo femenino, quizás por eso encima del escenario hay cinco mujeres y solo dos hombres. Uno de ellos, Joan Carles Gallego, con el eslogan "La Catalunya que ve" bien grande detrás suyo cita a Josep Fontana con aquella frase que dice que "el futuro es un país extraño", pero lo que no acaba de quedarle claro a nadie es de qué manera piensa revertir Comuns Sumar un futuro vertido a la crisis ecológica o las desigualdades sociales, ya que la única receta que proponen, más que la de la Catalunya que viene, es la de la Catalunya que vino hace veinte años: reeditar un tripartito de izquierdas.

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Yolanda Díaz con el representante de la comunidad palestina de Tarragona. / Foto: Montse Giralt

Cuando diez minutos después Yolanda Díaz coge el micrófono, lo primero que hace es exigirle a Pedro Sánchez que reconozca inmediatamente el estado palestino, cosa que provoca uno '¡bravo'! tan vehemente entre una señora del público que me entran ganas de levantarme y exigirle a la ministra de Trabajo que reconozca la república catalana proclamada por el Parlamento el año 2017, pero claro, aquel día Jèssica Albiach votó que 'no'. Entonces era diputada de Catalunya Sí que Es Pot, después lo fue d'En Comú Podem y ahora lo es de Comuns Sumar, pero en este si lo acierto lo adivino, quién sabe de quien lo será dentro de cuatro años. Escuchándola, de hecho, es imposible no preguntarse por qué políticas como ella o Aina Vidal no forman parte de la CUP, si el 95% del discurso que pregonan dice exactamente lo mismo, pero es evidente que el 5% restante es la voluntad de tener un estado propio en el cual implantar las políticas sociales que en Catalunya, dentro del estado español, nunca se pueden aplicar del todo. Para los Comuns, todo es cuqui excepto una Catalunya libre.

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Yolanda Díaz y Jèssica Albiach fundidas en un abrazo lleno de sororidad. / Foto: Montse Giralt

Antes del último discurso del acto, Yolanda Díaz le hace dos besos y un abrazo cuqui a Albiach, que diez minutos más tarde, antes que Tobogán de Zoo de el mitin por clausurado, cierra su íntima y constructiva intervención con el clamor histórico de "queremos pan y rosas". Seguro que a la sufragista Helen Todd, pienso, le encantaría saber que cien quince años después de haberlo pronunciado, por suerte hay mujeres que no solo votan, sino que gobiernan y quieren gobernar. Yolanda Díaz, que se da un baño de selfies con el público, lo hace desde hace años de la mano del PSOE, seguramente la única manera que también tendrá Jèssica Albiach para formar parte de un gobierno a partir del 12 de mayo. Sea en la Generalitat o en el Ayuntamiento de Barcelona, el cuquismo siempre acaba sumando con aquello que cree el PSC, por eso sorprende que la única esperanza de tocar poder de los Comuns sea juntándose con quien propone en Tarragona lo mismo que en la vieja Tarraco, pero ahora cambiando los juegos en el anfiteatro por los juegos en un megacasino. Es una lástima, realmente, ya que proclamar 'pan y rosas' de la mano de quien promueve 'pan y circo', más que sumar, resta.