Tal día como hoy del año 1939, hace 82 años, Francesc Vidal i Barraquer, arzobispo-cardenal de Tarragona en el exilio, llegaba a Roma para participar en el cónclave cardenalicio que tenía que elegir al nuevo pontífice de la Iglesia Católica. Cinco días antes (10/02/1939) había muerto Ambrogio Damiano Achille Ratti, 259.º Papa de Roma que había gobernado como Pío XI (1922-1939).

El cardenal Vidal i Barraquer se había marchado al exilio en agosto de 1936, cuando un pelotón anarquista lo había secuestrado en el monasterio de Poblet con el propósito de asesinarlo. En aquel momento, el presidente Lluís Companys efectuó una acertada gestión que lo arrancó de las garras de sus secuestradores, y le facilitó la salida del país. Vidal i Barraquer se exilió en el monasterio de Farneta, en Lucca (Toscana-Italia).

Posteriormente (julio, 1937), el cardenal Vidal i Barraquer se había negado a firmar la “Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España”, promovida por el sector más radical del episcopado español, que justificaba la rebelión militar de julio de 1936 (que había conducido a la Guerra Civil española), y que blanqueaba la represión y los crímenes en la retaguardia franquista.

Por este motivo, cuando se produjo la ocupación franquista de Tarragona (15/01/1939), el mismo Franco le prohibió el retorno a su sede. Posteriormente a la ocupación franquista de la ciudad, las nuevas autoridades nombraron transitoriamente a José Artero, un cura militar de Salamanca, que desde el púlpito de la catedral proclamó: Perros catalanes, no sois dignos del sol que os alumbra”.

Franco intentó por todos los medios que el Vaticano nombrara a un nuevo arzobispo en Tarragona, pero la repentina muerte de Pío XI dejaría aquella cuestión en el aire. En el cónclave cardenalicio, que acabaría eligiendo a Eugenio Maria Paccelli, que gobernaría como Pío XII, Vidal i Barraquer compartiría bancada con el cardenal Gomà i Tomàs, arzobispo de Toledo y principal promotor de la "Carta de los obispos españoles".

El arzobispo-cardenal Vidal i Barraquer no pudo retornar nunca a Tarragona. Sin embargo, contra los deseos del régimen franquista, el Vaticano no proveyó la sede tarraconense hasta la muerte de Vidal i Barraquer (Friburgo, Suiza; 1943). Artero fue apartado de sus funciones, y Tarragona -capital eclesiástica de Catalunya- fue administrada transitoriamente por el obispo de Lleida Manuel Moll i Salord.