Tal día como hoy del año 1150, hace 867 años, en Lleida (Principado de Catalunya) se casaban Ramón Berenguer IV, de 36 años, —conde independiente de Barcelona, Girona, Osona y la Cerdanya— y Petronila, de 14 años, —heredera del reino de Aragón y del condado independiente de la Ribagorça. El enlace matrimonial era la culminación de los acuerdos de Barbastro, firmados trece años antes (1137) entre Ramón Berenguer IV y Ramiro II —padre de Petronila-. Los acuerdos de Barbastro se habían materializado por la negativa de los estamentos políticos aragoneses (los brazos nobiliario y eclesiástico) a casar a la heredera Petronila con el heredero del trono de Castilla a causa del temor a desaparecer como entidad independiente.

 

La fuerte presión que Navarra y Castilla ejercían sobre Aragón (Zaragoza había sido ocupada por los castellanos) basada en los pretendidos derechos que Pamplona y Burgos esgrimían sobre el reino aragonés, obligóaron a los estamentos de Jaca a buscar una alianza que garantizara su independencia política, militar y económica. En la decisión de bascular hacia Barcelona tuvo mucho peso el sistema político de los condados independientes catalanes, que resultaba muy beneficioso para las oligarquías aragonesas. El feudalismo, extendido por toda Europa excepto en la península Ibérica, articulaba el poder de una manera horizontal. El soberano (conde, duque o rey) ejercía su autoridad de una manera negociada y pactada con los otros estamentos de poder (nobleza, Iglesia).

Ramón Berenguer IV no ejerció nunca como rey de Aragón. Se limitó a ejercer, como ya lo hacía en sus dominios catalanes, en calidad de príncipe, una figura jurídica catalana de tradición romana que hacía referencia al hombre principal de una república coronada. Exactamente como lo hacían, en sus respectivos dominios, los duques independientes de la Serenísima República de Venecia o los condes independientes de Flandes; tanto o más poderosos (políticamente y militarmente) que las monarquías vecinas. Su mujer Petronila sería la que ejercería como reina de Aragón. Alfonso el primogénito —y todos sus sucesores— serían proclamados por separado conde soberano (hombre principal) de Catalunya en Barcelona y rey de Aragón en Zaragoza.