Tal día como hoy del año 1715, hace 303 años, moría en Versalles (Francia) el rey Luis XIV de Francia, que durante su reinado se había hecho nombrar le Roi Soleil, y que se había convertido en el paradigma del absolutismo monárquico. También durante su reinado —que se prolongaría por el espacio de 72 años, y sería el más largo de la historia de Francia— la monarquía francesa alcanzaría el liderazgo militar en el concierto europeo, desbancando la monarquía hispánica, que había ostentado esta condición desde principios de la centuria de 1500. Luis XIV no tan sólo devastaría el regímen foral de los países que formaban el edificio político francés, sino que también se entregaría a largos episodios de guerra expansiva que minarían la supremacía hispánica hasta convertirla en una reliquia.

La relación de Luis XIV con los catalanes arranca durante la Guerra de los Segadores (1640-1652). Hay que decir que en la primera fase de la guerra era un niño, y la obra de gobierno había quedado en manos de la regente, su madre, Ana de Austria, y del ministro plenipotenciario Mazzarino. Su documentación epistolar durante esta época revela una estrecha complicidad entre Versalles y Barcelona. Las cartas que, a través de la regencia, dirige a las autoridades catalanas, son un rosario de falsas promesas que no se cumplirían nunca. Luis XIV, que había heredado de su padre Luis XIII la condición de conde de Barcelona, prometería no abandonar nunca a los catalanes al ansia de venganza del rey hispánico. En aquella etapa de infancia se confesaba un admirador de la historia de los catalanes y un firme defensor de sus constituciones.

Muere Lluis XIV, el Rey Solo, que pasó de admirar a detestar a los catalanes. Mapa de Francia (1690). Fuente Bibliothèque Nationale de France

Mapa de Francia (1690). Fuente: Bibliothèque Nationale de France

Pero cuando alcanzó la mayoría de edad y el poder, cambió radicalmente de postura (si es que esta admiración fue nunca real): pretextando que los catalanes lo habían traicionado en el conflicto de los Segadores, ordenó negociar el fin de las hostilidades con la monarquía hispánica. Proclamó, públicamente, que no quería tener nunca más tratos con los catalanes, aunque, en cambio, en el Tratado de los Pirineos (1659) aceptaría la soberanía sobre los condados catalanes del norte de los Pirineos que le ofrecieron los negociadores hispánicos. Mazzarino, posteriormente, diría que lo aceptaron como una prenda, con vistas a un futuro intercambio, por qué el verdadero interés de la monarquía francesa estaba sobre los Países Bajos hispánicos (la actual Bélgica).

Pasados los años, y ante la pertinaz negativa hispánica a los ofrecimientos de Colbert (el sucesor de Mazzarino), Luis XIV decidió aceptar la realidad, y a partir del hecho desató una terrible campaña de francesización de la Catalunya norte. Contra los acuerdos del Tratado de los Pirineos, liquidó el sistema institucional catalán (Generalidad de Perpiñán, consejos municipales), sometió el país a una brutal tributación de guerra, y proscribió el catalán de la vida pública. El año 1700, cuatro décadas después de haber tomado posesión del país, firmaría la Declaration d'Interdiction de la langue catalane en Rousillon que se iniciaba con la cita: "La langue catalane me repugne te son utilisation est contraaire à món autorité et en el honneur de la nation française".