Tal día como hoy del año 1558, hace 465 años, en Westminster (Inglaterra), moría María Tudor y Trastámara, que había sido reina de Inglaterra entre 1553 y 1558. María, conocida con el mote de "Bloody Mary" (la sanguinaria María), era la única hija superviviente del rey Enrique VIII de Inglaterra y de su primera esposa, Catalina de Aragón, hija del rey Fernando II de Catalunya y Aragón —denominado, también, Fernando el Católico. No obstante, María no había sucedido en el trono a su padre, sino que se habían interpuesto los efímeros reinados de Eduardo VI (hijo de Enrique y de su tercera mujer, Jane Seymour) y de Juana Grey (hija de una prima de Bloody Mary). María, que reinó como María I, fue la cuarta y penúltima monarca inglesa de la estirpe Tudor.

María llegó al trono impulsada por la nobleza terrateniente católica, opuesta a la política autoritaria que habían desplegado los Tudor desde que habían alcanzado el trono (Enrique VII, 1485), y contraria a la Iglesia anglicana, vista como uno de los puntales del poder de aquella estirpe real. La tensión entre católicos y anglicanos obedecía a un conflicto entre las viejas clases nobiliarias militares y terratenientes, que habían ostentado el monopolio del poder durante toda la edad media, y las nuevas clases mercantiles plebeyas de Londres y Brístol, que habían apoyado la entronización de los Tudor, y que se postulaban como el nuevo estamento dirigente del país. El reinado de María supuso una involución con respecto a las políticas de su abuelo (Enrique VII) y su padre (Enrique VIII).

Se podría decir, incluso, que la ideología de Bloody Mary era contraria a la tradición de su familia materna, los Trastámara, que habían alcanzado el trono de Barcelona con la complicidad de las clases mercantiles catalanas y valencianas. Sin embargo, María desplegó un aparato represivo brutal que condujo a la mazmorra, al cadalso de la horca, a la hoguera o al exilio a miles de disidentes, y que sería el origen de su mote. Duramente contestada por la sociedad urbana y plebeya inglesa, buscó apoyos exteriores con el matrimonio con el monarca hispánico Felipe II, y en el transcurso de esa efímera relación (1554-1558) sufrió dos embarazos psicológicos que la desprestigiaron enormemente. Murió debido a un cáncer en el aparato reproductor.