Tal día como hoy del año 1640, hace 382 años; los jornaleros agrarios rurales, procedentes principalmente de la Catalunya vieja y acampados en el Pla de Barcelona a la espera de ser contratados para la siega y el pueblo de Barcelona se sublevaban contra las autoridades civiles, militares y judiciales hispánicas y contra los Tercios de Castilla acuartelados en el Principat. Aquella festividad, que marcaría el inicio de la revolución de los Segadores (1640), fue llamada "Corpus de Sangre". Según los investigadores historiográficos, durante aquella festividad y los días inmediatamente posteriores, se produjeron unas 20 muertes, principalmente elementos del aparato judicial hispánico.

La festividad del Corpus de Sangre era la consecuencia de una larga crisis que remontaba a 1627 y que había enfrentado la cancillería hispánica (que tenía el objetivo de liquidar el régimen foral catalán), y las instituciones catalanas (que defendían un sistema de encaje de Catalunya dentro del edificio político hispánico que fechaba de la época de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV; y que, actualmente, llamaríamos de arquitectura confederal). Aquella crisis había estallado con el intento de la cancillería hispánica de romper el pacto bilateral secular entre Catalunya y la monarquía hispánica respecto a la aportación tributaria y la participación militar.

En 1635, la cancillería hispánica desvió el frente de guerra con Francia a la frontera entre el Roselló y el Languedoc, acuarteló a 40.000 soldados en el Principat (casi el 10% de la población catalana) y obligó a las clases populares a alojarlos en sus casas. El propósito de la cancillería hispánica era promover la desafección de estas clases populares con las instituciones del país y forzar la rendición política de Catalunya. Y para conseguirlo, aquellos soldados se comportaron como lo habrían hecho en cualquier país extranjero ocupado militarmente: robaron, saquearon, apalearon, violaron y asesinaron en la población civil catalana, con total impunidad.

La estrategia hispánica convirtió Catalunya en una bola de fuego. Y después del saqueo y destrucción, a manos de los soldados hispánicos, de Santa Coloma de Farners y de Riudarenes (abril, 1640) y de los pueblos del Baix Fluvià (mayo, 1640); la sociedad catalana ya estaba en un estadio prerrevolucionario. El 7 de junio de 1640, la guarnición hispánica de Sant Andreu de Palomar fue desalojada por los segadores y perseguida hasta el interior de Barcelona. Y durante las horas posteriores, los segadores que habían conseguido entrar a la ciudad y el pueblo de Barcelona persiguieron y mataron a un número indeterminado de altos funcionarios hispánicos y quemaron sus muebles y sus archivos en medio de las calles.