Tal día como hoy del año 1943, hace 76 años, se celebraba el funeral del obispo Irurita, oficialmente asesinado por elementos revolucionarios incontrolados el 3 de diciembre de 1936 (cuatro meses después del inicio de la Guerra Civil española). La prensa de la época (La Vanguardia Española, edición del 11/12/1943) titulaba en primera plana: “Barcelona rinde un homenaje emocionado a la memoria del doctor Irurita”. Y subtitulaba: “Constituyó una impresionante ceremonia el solemne traslado de sus restos mortales”.

Los restos mortales del obispo Irurita habían llegado a Barcelona (desde el cementerio de Montcada i Reixac, donde, oficialmente, habían sido soterradas desde diciembre de 1936), a primera hora de la madrugada, y fueron situadas en la plaza de Catalunya, donde “un severo túmulo se alzaba en el centro de la plaza, y en torno se situaron unas centurias del Frente de Juventudes con sus bandas de cornetas y tambores”. A las 10 de la mañana se inició el cortejo fúnebre que pasaría por la plaza Sant Jaume y acabaría en la Catedral.

Aquel funeral fue presidido por los familiares del difunto; las máximas autoridades civiles, militares, judiciales y policiales del régimen franquista en Catalunya; las más altas jerarquías de la Iglesia Católica en el país; y los cónsules de la Alemania nazi y de la Francia de Vichy en la ciudad. También la prensa destaca que cuando el féretro llegó a la plaza de Catalunya, una banda de música del ejército interpretó la Marcha de los Infantes, un himno históricamente reservado a los hijos de los reyes de España.

Pero la muerte del obispo Irurita siempre había sido rodeada de un halo de misterio. El 28 de enero de 1939, dos días después de la ocupación franquista de Barcelona y dos años después de su muerte, varios testigos afirmaron haberlo visto en la plaza Catalunya, en el transcurso de una misa de campaña. Y afirmaron, también, haber tenido un breve intercambio de palabras que, según aquellos testigos, Irurita cortó con un "por favor, no griten, que me comprometen".

Según los historiadores Miquel Mir y Ponç Feliu, en un trabajo de investigación publicado en 2012, el obispo Irurita habría sido entregado a los franquistas a cambio de dinero. En su investigación aportan varias pruebas, como la del dietario del anarquista Josep Serra que dice: "El sacerdote que habían dejado en libertad nuestros líderes, a cambio de joyas, era el obispo de Barcelona". De confirmarse, definitivamente esta hipótesis, quedaría el misterio de por qué el régimen franquista ocultó a Irurita después del conflicto.