Tal día como hoy del año 1780, hace 239 años, en Buenos Aires, Agustí Garrigós i Mellón (Xixona, País Valencià, 1749 – Buenos Aires, 1805) ponía por primera vez en funcionamiento la prensa de la primera imprenta pública de la historia de Argentina. Aquella prensa fue situada en el Real Colegio de Niños Expósitos, y procedía del Colegio Convictorio de Montserrat, en Córdoba (Argentina), en aquel momento la única institución de estudios superiores en el virreinato de Río de la Plata, fundada por los jesuitas en 1687 y dirigida por una comunidad docente procedente de Catalunya. Más concretamente, Garrigós había aprendido el funcionamiento de la prensa de la mano del profesor, misionero e impresor jesuita Josep Manuel Peramàs (Mataró, 1732 – Faenza, Emilia Romagna, 1793).
Garrigós, que anteriormente había sido sargento del cuerpo de dragones, había pasado largas temporadas en el cuartel de este regimiento en Barcelona. Allí había conocido las prestigiosas imprentas catalanas situadas en la calle de la Llibreteria (en el actual barrio Gòtic) y su interés por esta actividad lo llevó a solicitar al virrey Vertíz (de origen vasco) la creación de una imprenta pública. No obstante, Vertiz inicialmente situó al frente de aquella imprenta a dos oficiales del ejército hispánico (Silva y Aguiar) que un año más tarde serían destituidos por su incompetencia. Acto seguido Garrigós, con la ayuda de Peramàs, consiguió la dirección del negocio y la exclusividad en la impresión de documentos oficiales a través de un contrato de arrendamiento desenal (1781-1791).
Al trminar el contrato, Garrigós abandonó la imprenta. Pero en 1796 se presentaba de nuevo a la licitación, lo que hace pensar que el contrato posterior había sido de cinco años. En aquella ocasión la perdió en beneficio de un personaje llamado Dantás —que las fuentes sitúan en el entorno personal del virrey Pedro de Melo—. En 1801 la ganaría y, además, obtendría el contrato para la impresión del Telégrafo Mercantil y del Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, pioneros de la prensa argentina. En 1805, solicitó autorización para abrir nuevas imprentas y ocupar a jóvenes sin trabajo; pero una conspiración urdida en la oficina virreinal se lo impidió. Murió aquel mismo año, y su viuda, la también probablemente valenciana Isabel Conget o Coixet, le sucedió.