Tal día como hoy del año 1895, hace 126 años, en Dos Ríos (en el sur de la, entonces, colonia española de Cuba) un pelotón militar colonial disparaba sin aviso a José Martí Pérez, líder político del movimiento independentista cubano, y le causó la muerte inmediata. Según las fuentes documentales, José Martí y su ayudante Ángel de la Guardia cabalgaban en solitario por un paraje boscoso que se disputaban el ejército colonial español, comandado por el coronel José Ximénez de Sandoval (que había desplegado un operativo de represión y cacería contra los independentistas), y el ejército mambí (independentista cubano), dirigido por el general Bartomeu Masó. También según las fuentes, Martí fue asesinado por tres tiros disparados desde detrás de unos matorrales.

José Martí había nacido en La Habana el año 1853, y era hijo del valenciano Marià Martí, suboficial de la banda de música del ejército colonial, y de la canaria Leonor Pérez Cabrera (de ascendencia materna catalana). Poco después de su nacimiento, su padre fue destinado a la metrópoli y José se crió en València (1854-1866). Por este motivo, José se expresaba de forma correcta y fluida en el catalán del País Valencià. No sería hasta 1866, cuando la familia Martí-Pérez retornó a Cuba, que José entraría en contacto con el movimiento independentista cubano. El año 1869, con tan sólo dieciséis años de edad, fue detenido y encarcelado por el aparato de dominación español y condenado a seis años de reclusión en un penal de máxima seguridad en la Isla de los Pinos.

Después de cumplir la condena se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras en Zaragoza con las máximas calificaciones (1874). Acto seguido, José iniciaría una intensa actividad vinculada con el independentismo cubano que lo llevaría a Nueva York (1880-1892), desde donde contribuiría decisivamente a la divulgación y a la internacionalización de la reivindicación independentista cubana, y desde donde fundaría el Partido Revolucionario Cubano (1892), el motor político de la lucha por la independencia cubana. El 1895 ―cuatro meses antes de ser asesinado― encendió la chispa de la revolución que desembocaría en la tercera y definitiva guerra de la independencia (1895-1898). A título póstumo se lo nombró "padre de la patria cubana".