Tal día como hoy del año 1149, hace 871 años, los ejércitos de los condes independientes Ramón Berenguer IV de Barcelona y Armengol VI de Urgell entraban, simultáneamente, en las ciudades de Lleida, Fraga y Mequinensa. Aquella campaña militar era la culminación del avance de los condados independientes de Barcelona y de Urgell (hacia el oeste y hacia el sur, respectivamente) iniciado a principios del siglo XII y liderado por Ramón Berenguer III de Barcelona y Armengol V de Urgell (denominado el de Mollerussa), progenitores y antecesores de los conquistadores de Lleida. Durante la primera mitad del siglo XII, los condados catalanes habían ocupado las planas occidentales del país hasta, prácticamente, las puertas de Lleida.

La conquista de Lleida, hasta entonces capital de la taifa islámica de Lárida, tenía una gran importancia para las cancillerías de Barcelona y de Urgell. El condado y, más tarde, reino de Aragón (fundado el siglo IX en la comarca de Jaca), siempre había ambicionado ampliar sus límites a levante, hasta la raya Segre-Ebro, buscando restaurar las viejas naciones noribéricas de los ilergetes, con capital en Iltirta (Lleida), y de los ilercavones, con capital en Hiberia (Tortosa). Aquellos proyectos expansivos, siguiendo los límites de las viejas naciones prerromanas, indicaban que la memoria de la existencia de aquellos pueblos continuaba viva y que, pasados más 1.000 años de su romanización, todavía formaba parte del corpus identitario de aquellas sociedades medievales.

Pero la hipotética conquista aragonesa de Lleida y Tortosa habría cortado la proyección expansiva catalana hacia el sur. Esta proyección no era prioritaria en la cancillería de Barcelona (más orientada hacia la Occitania y hacia el Mediterráneo), pero sí que se preveía a medio-largo plazo emprender la conquista de València, en virtud de los derechos que ostentaba Ramón Berenguer IV: la primera esposa de su padre Ramón Berenguer III había sido María Díaz de Vivar, hija y heredera del Cid Campeador, señor efímero de València. A pesar de que María Díaz había muerto joven y sin descendencia, y que los almorávides habían recuperado València, el Casal de Barcelona se consideraba heredero legítimo del territorio valenciano.