Tal día como hoy del año 1936, hace 82 años, llegaba a Barcelona el primer contingente de refugiados vascos de la Guerra Civil española (1936-1939). Solo hacía doce semanas que había estallado el conflicto, pero el golpe de estado franquista se había impuesto en Navarra y Álava desde el mismo 18 de julio, y entre el 26 de julio y el 4 de octubre de 1936 los sublevados habían ocupado Guipúzcoa. Según la prensa de la época, aquellos primeros refugiados procedían de las ciudades de San Sebastián, Irún, Tolosa y Éibar y huían de la terrible represión que las tropas rebeldes del general Mola practicaban sobre las personas de ideología vasquista y republicana en las zonas que, progresivamente, ocupaban.

Aquel primer contingente de refugiados llegó Catalunya a través de territorio francés. El Govern de la Generalitat de Catalunya, en colaboración con el Secretariado Vasco de Refugiados del gobierno vasco, habilitó una oficina en Barcelona, situada en la plaza de Germinal Sala (actualmente plaza de Navàs, en el Poble Sec), con la misión de tramitar el acogimiento y gestionar la recolocación de aquellos refugiados. Aquel convenio sería una de las primeras medidas que firmaría el primer gobierno vasco (constituido tres días antes), gracias, en buena parte, a las excelentes relaciones entre el ejecutivo que presidía José Antonio Agirre (PNV) y el que presidía Lluís Companys (ERC).

No existen datos concretos sobre el número exacto de refugiados procedentes de Euskadi que entre octubre de 1936 (ocupación de Guipúzcoa) y junio de 1937 (ocupación de Vizcaya) fueron acogidos en Catalunya, pero se estima que la cifra oscila entre los 3.000 y los 5.000. Con la ocupación franquista de Bilbao (18 de junio de 1937), el lehendakari y su gobierno seguirían los pasos de aquellos refugiados. El ejecutivo vasco y sus familias fueron acogidos en Barcelona por el Govern de la Generalitat y se les facilitó una infraestructura política y social para que pudieran seguir ejerciendo sus funciones. Posteriormente, el lehendakari Agirre proclamaría que Catalunya sería siempre su segunda patria.

El president Companys y el lehedakari Agirre (Barcelona, 1938) / Fundación Sabino Arana