Tal día como hoy del año 845, hace 1.179 años, se libraba la batalla de París, que enfrentó a las tropas invasoras vikingas, comandadas por el mítico Ragnar Lodbrok, y el ejército franco que defendía el valle medio del río Sena, dirigido por el conde Gerardo de Viena (que posteriormente sería conocido como Gerardo de Rosellón). Los vikingos habían surcado las aguas navegables del río Sena, desde su desembocadura hasta París, saqueando y destruyendo todo cuanto encontraron a su paso. Los francos se atrincheraron en París, que en ese momento no era la capital de Francia, pero que era el principal foco comercial y demográfico del reino, y fiaron el destino de esa crisis al resultado de esa batalla. El resultado les fue favorable.

Pero la parte de esa historia que afecta a los condados más meridionales del reino francés (la Marca de Gotia) hace referencia a la tradición de la leyenda de las cuatro barras de sangre. Según la tradición popular, recogida por primera vez por el escritor valenciano Pere Antoni Beuter (1551), el conde barcelonés Wifredo el Velloso habría acudido al llamamiento del rey Carlos II, hijo de Luis I y nieto de Carlomagno, para combatir esa amenaza. Según la misma tradición, Wilfredo habría sido herido de muerte, y el rey Carlos, agradecido por su fidelidad, le habría ofrecido un escudo liso para que dibujara en él la señal heráldica que luciría su estirpe (sus descendientes). Dicho escudo estaría formado por cuatro barras sobre fondo dorado, trazadas con los dedos del rey y con la sangre de Wilfredo.

Pero esa historia solo era una romántica tradición. En el año 845, Wilfredo solo era un niño de cinco años. Y el conde que, en nombre de la corona francesa, gobernaba Barcelona era Sunifredo I, padre de Wifredo, pero que aún no lograría transmitir el cargo hereditariamente. Probablemente, la tradición popular conocía la genealogía de Sunifredo: era hijo del conde Bellón de Carcasona, que históricamente ha sido considerado el fundador de la estirpe condal catalana (los denominados Bellónidas o Berenguers) que gobernó el país entre el 878 y 1410. Pero ni Sunifredo ni su hijo Wifredo, ni los condes que gobernaron entre uno y otro (Guillermo de Septimania, Alerán de Troyes, Odalrico, Hunifredo y Bernardo de Gotia) nunca estuvieron en esa batalla.