Tal día como hoy, hace 305 años, Felipe V -el primer Borbón español- aprobaba el plan de creación de la Biblioteca Nacional de España, con la misión de "renovar la erudición histórica y sacar al aire las verdaderas raíces de la nación y de la monarquía españolas". Inicialmente se situó en una edificación que unía la Casa de la Moneda y el Real Alcázar -la residencia de la corte- con el convento de la Encarnación -el de las hijas de la oligarquía latifundista castellana. Los primeros fondos procedían de colecciones privadas de la monarquía: los fondos privados de los últimos Habsburgo y un lote de 6.000 volúmenes que el Borbón hizo traer de Francia.

A finales de 1711 la Guerra de Sucesión ya estaba decidida. El pretendiente Habsburgo ya había sido coronado emperador del Sacro Imperio y había renunciado a sus aspiraciones hispánicas. La alianza internacional por su causa se había disuelto. Catalunya quedaba sola. Y el País Valencià y Aragón ya estaban ocupados militarmente y anexionados al sistema político y jurídico castellano. En 1712 llegó a la Biblioteca la segunda gran remesa de fondo -más de 20.000 libros y manuscritos- formada por colecciones expoliadas a las instituciones valencianas y aragonesas, y a los prohombres de estos territorios que habían dado apoyo a la causa austriacista.

Melchor de Macanaz

Después de la derrota de 1714-1715, Macanaz -uno de los ideólogos de la Biblioteca- que ya era juez de confiscaciones en el País Valencià, proyectó su alargada sombra -la mano se debería decir- sobre el Principat de Catalunya y las Illes Balears. Entre 1712 y 1717 se produjo un expolio gigantesco de fondos bibliográficos catalanes, valencianos y mallorquines que perseguía la decapitación cultural del país. Una medida que tuvo, también, un fuerte impacto sobre la producción cultural. València -cap i casal- que había sido -durante las centurias de 1500 y de 1600- la capital hispánica de la producción y de la edición, quedó reducida a la categoría cultural de una simple plaza de provincias.