Tal día como hoy, hace 702 años, se casaban Alfonso, hijo heredero del conde de Barcelona –y rey de Aragón– y Teresa, hija heredera del conde independiente de Urgell. Con este matrimonio se unían las casas condales de Barcelona y de Urgell. Se unían las dos grandes entidades políticas del territorio catalán. Y quedaban bajo un mismo dominio el conjunto de territorios que, previamente, ya se llamaban catalanes. Una realidad política que tomaría la denominación de Principat y que sería prácticamente coincidente con el mapa actual de Catalunya. Gobernada por un príncipe, que en este caso no se refería al hijo del rey, sino a la figura política de raíz romana y de tradición republicana "hombre principal".

Los condados de Barcelona y de Urgell fueron –al alba del año 1000– las entidades políticas que lideraron el proceso de formación nacional de Catalunya. Barcelona y la Seu rivalizaban para dirigir un proyecto expansivo que se quería hacer conjuntamente. La conquista de Lleida –empresa militar conjunta– es un ejemplo paradigmático. Una simple observación del mapa revela que Catalunya se articuló sobre dos vías principales. Las dos columnas vertebrales del territorio: la vía costera (Perpinyà-Girona-Tarragona-Tortosa) pivotando sobre Barcelona; y la vía Tet-Segre-Ebre o vía interior (Perpinyà-Puigcerdà-Lleida-Tortosa) pivotando sobre la Seu.

Pero Barcelona y Urgell tuvieron un recorrido histórico diferenciado. Durante la centuria de 1100 el casal de Barcelona consiguió reunir a todos los condados catalanes. A excepción del de Urgell. Y se confederó con el reino de Aragón. Barcelona se convertía en el centro y casal indiscutible de la nación. Mientras que el condado de Urgell había quedado limitado –sin posibilidad de expansión territorial– sobre la Vall del Segre. Con la unión de Barcelona y Urgell se articulaba definitivamente el Principat de Catalunya. Pero la identidad urgelense no desaparecería. Pasados siete siglos los actuales habitantes del viejo condado todavía se identifican como catalanes de Urgell.