Tal día como hoy del año 1492, hace 530 años, en las escaleras del Palacio Real de Barcelona; el campesino de remensa Joan de Canyamars apuñalaba a Fernando el Católico. Según las fuentes de la época, antes de cometer el intento de asesinato, Joan de Canyamars había pasado muchas horas en las proximidades del Palau; hasta quedar inadvertido, como un mendigo más de los muchos que se congregaban en los accesos de los grandes edificios de la ciudad. Según las mismas fuentes, cuando Fernando el Católico salió a la plaza por la puerta principal del edificio, Joan de Canyamars lo atacó por sorpresa con un puñal de grandes dimensiones. Algunas fuentes afirman que le clavó el puñal en el pecho y otras en la espalda.

Sea como sea, el rey Fernando cayó gravemente herido. Joan de Canyamars fue detenido en aquel mismo escenario; y conducido a las mazmorras del Palau, en el sótano del edificio, donde fue sometido a un brutal interrogatorio. Las fuentes revelan que, en un primer momento, la guardia del rey sospechó que actuaba por orden de alguna poderosa conspiración; y sacaron a Fernando de Barcelona porque estimaron que en la capital catalana ya no estaba seguro. Fue ingresado en el Monasterio de Sant Jeroni de la Murtra, en Badalona, donde se recuperaría de las heridas durante cuatro meses. Por este motivo, cuando Colón volvió del primer viaje, se entrevistó en aquel monasterio jerónimo.

Finalmente, la guardia del rey estimó que Joan de Canyamars había actuado por iniciativa propia y lo catalogó de perturbado mental. No obstante, fue brutalmente torturado, amputado en vida, ejecutado y descuartizado. La investigación historiográfica moderna ha averiguado que Canyamars era un campesino de la élite remensa (uno de los dirigentes locales del movimiento revolucionario en la zona del Alt Maresme), que se sentía profundamente traicionado por el difunto Juan II y su hijo Fernando el Católico, que se habían comprometido con la causa remensa a cambio del apoyo del campesinado en la corona en la Guerra Civil catalana (1462-1472); y después, la monarquía no había cumplido con los pactos suscritos.