Tal día como hoy del año 985, hace 1.040 años, el general andalusí al-Mansur, al frente de un ejército formado por 40.000 efectivos, salía de Córdoba (capital del califato de al-Ándalus) e iniciaba la campaña que culminaría dos meses y un día después (6 de julio de 985) con la devastación del condado y destrucción parcial de la ciudad de Barcelona. Esta campaña formaba parte de una serie de operaciones de castigo que el califato andalusí desplegaba, periódicamente, contra los pequeños dominios cristianos del norte peninsular, con el objetivo de devastarlos y cortar su proyección expansiva cabe en el sur. Con anterioridad, los andalusíes habían destruido Compostela (977) y Pamplona (978) e, incluso, se había acercado peligrosamente a Barcelona (978).

El año 985, el conde carolingio Borrell II gobernaba los condados de Barcelona, Girona, Osona, Urgell y Cerdanya; y era el responsable de la última frontera (los territorios más meridionales del reino de Francia). Y cuando tuvo noticias que el ejército de al-Mansur había atravesado el Ebro —por Turtuixa (el nombre árabe de Tortosa)— solicitó ayuda a su patrón, el rey Lotario I de Francia. Aunque el rey tenía la obligación de asistir a su vasallo —la protección militar—, Lotari, ocupado en mantener a raya a los parientes que le discutían el trono, nunca envió ninguna ayuda, y los ejércitos andalusíes penetraron hacia el interior del condado de Barcelona (la frontera meridional de la Marca de Gotia) y devastaron los parajes del Penedès y del Vallès.

Al principio de julio del 985, el ejército andalusí rodeó la ciudad de Barcelona, que se sentía segura detrás de las mejores murallas de la Europa occidental. Para minar la moral y vencer la resistencia de los defensores, los andalusíes lanzaron al interior de la ciudad centenares de cabezas cortadas de los prisioneros que habían capturado. Sin embargo, no sería sino gracias a una traición urdida en el interior que conseguiría entrar y destruir parcialmente la ciudad. Al-Mansur se retiró después de asolar la cuarta parte de Barcelona y se llevó un botín de 5.000 personas capturadas en las tierras en torno a la ciudad que en parte serían rescatadas monetariamente por sus parientes y en parte serían vendidas en los mercados de esclavos del norte de África.