Como era previsible, la UEFA ha entrado en la Carpeta Negreira y ha abierto una investigación contra el Fútbol Club Barcelona. Por lo que se conoce hasta la fecha, difícilmente hay un caso judicial sólido, ya que de los diferentes documentos que se han ido publicando de la amplia documentación existente en el sumario, no puede concluirse que el club blaugrana buscara alterar la competición o competiciones en las que ha participado. Puede considerarse que la cantidad abonada entre las presidencias de Joan Gaspart y Josep Maria Bartomeu, y que salpican a varios responsables del club, han sido un auténtico disparate, cosa que así es, ya que estamos hablando de alrededor de siete millones de euros para el exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) José María Enríquez Negreira.

Cualquier aficionado al fútbol mínimamente ecuánime sabe que para el colectivo arbitral, el Barça no ha sido nunca una opción simpática. Que ahora se ponga esto en tela de juicio demuestra hasta qué punto estamos en un proceso claramente adulterado, que pretende dañar al Barça y con oscuros intereses. Porque una cosa es ser bobo y otra un estafador, y todo apunta que estamos más en el primer estadio que en el segundo. Con eso, insisto, no vengo a defender que las cosas se hayan hecho bien, sino que no aparece por ningún sitio la prueba del delito, con lo que bien puede ser que, simplemente, no lo haya. Otra cosa bien distinta es el anuncio de la UEFA de tomar cartas en el asunto a partir de recortes de periódico y sin ningún tipo indiciario judicialmente hablando de culpabilidad.

Sea como sea, eso sí que debe preocuparle al Barça. Su escueto comunicado es toda una declaración de intenciones: "De conformidad con el Artículo 31(4) del Reglamento Disciplinario de la UEFA, los Inspectores Éticos y Disciplinarios de la UEFA han sido designados hoy para llevar a cabo una investigación sobre una posible violación del marco legal de la UEFA por parte del F.C. Barcelona en relación con el llamado Caso Negreira". Suficiente para preocuparse dadas las malas relaciones entre el club blaugrana y el presidente de la UEFA, el esloveno Aleksander Čeferin, con el que hay un litigio tan importante como la Superliga de fútbol que afecta de lleno al organismo internacional rector del fútbol europeo, ya que es una clara competencia. Ahora Čeferin tiene literalmente cogido por donde más duele a la entidad que preside Joan Laporta y, dada la característica arbitrariedad de la UEFA, tiene un margen muy discrecional para disparar un torpedo en la línea de flotación del club.

Hay que recordar, además, que ya hubo intentos de sancionar al club blaugrana por su situación financiera, que el presidente de la FIFA, Gianni Infantin, también espera su turno para actuar contra el Barça y que el presidente de la Liga, Javier Tebas, ya se ha pronunciado más como un forofo antibarcelonista que como el representante de los clubs de fútbol. Con todo este panorama, es bastante evidente que el problema del club no está en los tribunales, sino en los organismos español, europeo y mundial de fútbol y con la Superliga como telón de fondo. Son muchos los clubs del continente dispuestos a aplaudir una sanción al Barça si la Superliga de los grandes clubs desaparece del escenario de cosas posibles en los próximos tiempos. ¿Una renuncia definitiva del Barça a la Superliga podría aliviar su situación? Sin duda. ¿Tiene margen económico el Barça para hacerlo? Muy difícil.

Pero convivir con la amenaza de una sanción importante deportiva y económica es una espada de Damocles demasiado pesada. Los pocos triunfos que tenga el Barça para revertir las amenazas de los organismos deportivos internacionales los deberá utilizar en Suiza, donde todo apunta que se va a jugar la partida definitiva.