La decisión de Junts per Catalunya de presentar una enmienda a la totalidad al proyecto de reducción de jornada a 37,5 horas semanales ha enviado directamente a la papelera el proyecto estrella de Sumar en esta legislatura. La semana que viene se votará en el Congreso de los Diputados, y, si no hay una repentina modificación de las posiciones de alguno de los actores, el proyecto decaerá. Hay una mayoría parlamentaria sólida de rechazo, una vez se ha confirmado que tras el paso dado por el partido de Carles Puigdemont, han presentado otras dos enmiendas a la totalidad, tanto el Partido Popular como Vox. No ha sido fácil para Junts posicionarse en esta cuestión, ya que es un tema extraordinariamente fácil para la demagogia. ¿Quién no está a favor de la reducción de jornada? ¿Qué argumentos hay para que su electorado lo entienda? Ese ha sido el quid del debate entre los independentistas catalanes durante los últimos meses y para ello ha sido preciso, entre otras cosas, que tanto la gran patronal Foment del Treball como la Pimec, que acoge a la pequeña y mediana empresa catalana, les garantizaran un reconocimiento importante por su posicionamiento. Ello se vio claramente, por ejemplo, en el acto de entrega de los premios de Pimec en el Palau Sant Jordi el pasado 12 de junio.
Aunque la noticia no supone, en el fondo, un cambio radical, ya que todos los pasos se habían dado hasta la fecha en esta dirección, la convergencia con la crisis del PSOE por la corrupción no hace, sino añadir un eslabón más de fragilidad al gobierno de Pedro Sánchez. Y eso por parte de una formación política que, al menos, de puertas afuera, se ha posicionado con una cierta moderación a la hora de hurgar en la herida del presidente del Gobierno. En otro momento de la legislatura, incluso habría tenido un efecto bastante menor para los socialistas que, de puertas adentro, nunca han sido grandes abanderados de la iniciativa de Sumar. Otra cosa es que ya les iba bien aparecer como solidarios de un proyecto que en última instancia ha sido la vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz, la que ha llevado el peso de la iniciativa y las negociaciones y ahora es la que más tocada sale con que el proyecto haya descarriado. En el caso de Sumar, el perjuicio es doble: el fracaso en sí, que nunca es un trago de fácil digestión, y el hecho de quedar al albur de la crítica de Podemos y de Pablo Iglesias, ya que el relato de su tiempo de gobierno y su etapa de vicepresidenta pasa a ser claramente muy pobre.
La posición de Junts tiene mucho que ver con las consecuencias que la reducción de jornada hubiera tenido para el entramado de pymes catalanas
Al final, la posición de Junts tiene mucho que ver con las consecuencias que la reducción de jornada hubiera tenido para el entramado de pequeñas y medianas empresas catalanas, donde está una base importante del electorado de Junts. Estamos hablando de que, según los datos del ministerio de Economía, en Cataluña hay registradas 594.874 pymes, lo que viene a representar el 18,42% del total de pymes en España. La gran mayoría de las pymes catalanas (96,36%) son microempresas, con 0 a 9 asalariados. El resultado es que una reducción de jornada a 37,5 horas semanales hubiera tenido un incremento en los costes empresariales, según algunos cálculos realizados, del 75%, un porcentaje claramente inasumible para muchas de estas empresas. A ello se suma una mayor dificultad en horarios laborales en sectores importantes, como el mundo de la restauración, por citar uno de los más activos en el mundo de las pequeñas y a veces incluso microempresas.
A ello hay que sumar un tema que se aborda pocas veces, pero que tiene una importancia capital, como es la necesidad de defender la concertación social como una de las maneras de garantizar acuerdos amplios y duraderos. Romper este principio por uno de los lados, en este caso los sindicatos con la izquierda parlamentaria, abre la vía a que en el futuro sea la patronal con los partidos de derecha la que haga lo mismo. Son siempre los grandes acuerdos los que acaban aportando estabilidad económica, social y política y, en los momentos actuales, se han de reivindicar más que nunca. Eso no es fácil, requiere más tiempo y obliga a un entendimiento que deja fuera, a veces a los extremos que son los que con su ruido consiguen que su posición emerja aparentemente como mayoritaria cuando está muy lejos de ser así. Pero el ruido se acaba imponiendo y las hojas no dejan ver el bosque. Muy probablemente, no pasarán muchos años en que las 37,5 horas semanales acabará siendo una realidad, pero será porque las cosas se habrán hecho de otra manera y el consenso será mucho más amplio.