Oyendo al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, asegurar desde el atril del Palacio de la Moncloa que el artículo 155 había salvado la economía catalana, uno puede estar inclinado a dar una cierta verosimilitud a sus palabras. Es cierto que los catalanes le han demostrado en las recientes elecciones del 21-D un nivel de confianza más bien escaso, otorgándole tan solo cuatro escaños de 135 asientos en la Cámara catalana y habiendo votado al Partido Popular alrededor de 185.000 personas, el 4,24% del censo. Aún así, estas palabras de Rajoy tendrán su recorrido informativo en España, pero en Catalunya hay un sentimiento muy mayoritario con que la aplicación del 155 ha sido para la economía catalana la fuente de los problemas y no la vía de las soluciones.

Simplemente dos apuntes. Primero: las previsiones pesimistas de crecimiento para el último trimestre que se hicieron desde el gobierno español en plena campaña electoral catalana tenían un fuerte componente electoral, como ahora se ve. Al motor catalán se le ha querido gripar, y de paso arañar un puñado de votos. Ahora, pasadas las elecciones, se dice que la economía catalana crece a buen ritmo, pero antes los datos que se daban eran alarmantes. Comercio minorista, consumo, ocupación hotelera  y otros indicadores así lo atestiguan, y no debe olvidarse el enorme impacto del atentado del pasado mes de agosto en Barcelona. De un suceso tan luctuoso como este, las ciudades sí que tardan un tiempo en recuperarse.

En segundo lugar, está claro que la economía es susceptible a los acontecimientos políticos que suceden a su alrededor. La violencia policial del 1 de octubre causó un impacto muy negativo en el exterior sobre la imagen de España, y Catalunya padeció sus efectos. La suspensión de la autonomía, el cese del Govern, la clausura del Parlament, situar las empresas en medio del huracán político forzando la marcha de muchas de ellas con decretos ley ad hoc incluidos, el boicot a los productos catalanes impulsado por el espacio unionista en España, no son temas menores. Y la responsabilidad queda muy lejos de Barcelona.

Y pese a todo ello, la economía catalana aguanta bien y crece por encima de la media de la UE. Y lo dice Rajoy. Fin de la cita.