Valdría la pena releer los acuerdos de la Conferencia de Presidentes, cuya sexta reunión se ha celebrado este martes, y uno observaría a primera vista cuál fue el más significativo: impulsar un nuevo sistema de financiación autonómica. Estamos hablando del 2 de octubre de 2012. Por parte del Gobierno español, estaban en la reunión Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro y los tres ocupaban el mismo cargo que en la actualidad. Sí que había algunos ausentes y algunos cambios de formato en la cumbre de este martes en el Senado: el rey Juan Carlos, hoy retirado, acudió a la foto de familia y a un desayuno con los presidentes y lo hizo acompañado de su hijo. Estaba reciente su insólita carta pública en la que tildaba de "quimeras" las reivindicaciones catalanas y señalaba que no era tiempo para debatir "si son galgos o son podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia". Este año, Felipe VI solo ha estado en la foto de familia. El president Artur Mas acudía circunspecto a la reunión y en esta ocasión Carles Puigdemont ha rehusado la invitación, como también el lehendakari Iñigo Urkullu.

Vale la pena situar el contexto de aquella reunión porque da una idea de la eficacia real de estas cumbres. Se acordaba en 2012, repito, impulsar un nuevo sistema de financiación. No era baladí el acuerdo ya que en 2013 vencía el modelo vigente y el malestar de las comunidades autónomas, empezando por Catalunya, era alto. Estamos ahora en enero de 2017 y el titular es el mismo. Exactamente el mismo: impulsar un nuevo sistema de financiación autonómica que sustituya al vigente desde 2009 -José Luís Rodríguez Zapatero era presidente-, caducado desde 2013 y sometido a revisión, eso sí, ahora oficialmente en 2017. Todo, por cierto, a ritmo Montoro: que una comisión lo estudie para tratar de llegar a un consenso a lo largo del año.

Hombre, sinceramente, se puede mirar por delante y por detrás, con más o menos nivel de exigencia; pero provechosa, lo que se llama provechosa, no parece que haya sido la cumbre de presidentes en el Senado. Eso sí, un ejercicio de diálogo entre formaciones políticas no muy alejadas. Otra cosa es que las baronías de PP y PSOE tengan sus propias dinámicas en el territorio y que a veces los acuerdos se acaban estableciendo a partir de prioridades compartidas. Ahora, lo que hay que esperar es que a no mucho tardar Rajoy ofrezca una fecha a Puigdemont para la reunión que el president de la Generalitat le ha solicitado para abordar cuestiones de calado: desde el referéndum a la carpeta con 45 cuestiones más que planteó hace un año en la Moncloa, que no tienen nada que ver con la independencia, y que no han tenido ni una sola respuesta positiva.