Cuarenta y ocho horas después de los graves incidentes sucedidos en Virginia y de que un joven blanco arrollara a un grupo de manifestantes antifascistas, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en medio de una fuerte presión en su país, ha condenado al Ku Klux Klan, los neonazis y los supremacistas blancos. Trump, que empezó con una condena genérica de la violencia de los dos lados después del asesinato de una mujer en Charlottesville, arrollada por un vehículo, ha demostrado en estas horas que no solo es un político impopular y que divide a la sociedad, sino que sus valores no están a la altura del importante cargo que ocupa.

Mientras veíamos, a través de diferentes imágenes, cómo se hacían obras en el despacho oval de la Casa Blanca, hemos asistido a toda una metáfora de lo que en realidad esa escena supone. El despacho más importante del mundo está, como en la imagen, vacío, ya que su inquilino trabaja a marchas forzadas para trasladar al mundo una imagen de la presidencia inapropiada, frívola, grosera, sexista y un montón de cosas más. Incluso los más críticos con el expresidente Obama no pueden sino reconocer que entre este último y Trump hay, sobre todo, una gran distancia: la que hay entre un presidente descarnadamente alejado de los mínimos valores democráticos que duda sobre si condenar el racismo y una acción nazi, y un presidente, con lagunas en su mandato, pero firme conocedor de lo que supone ocupar la presidencia de EE.UU.

El uso indiscriminado de la palabra nazi en la política española, sobre todo a raíz de que el Govern decidiera impulsar el referéndum del 1 de octubre, donde políticos y medios de comunicación importantes han llegado a refererirse así a miembros del Ejecutivo catalán y dirigentes de Junts pel Sí, ha llevado a que en una parte de la premsa española los incidentes de Virginia se describieran como una confrontación entre grupos de radicales, sin dejar claro las culpas de unos y otros. Toda una paradoja: aquellos eran los nazis y así los ha reconocido desde el primer momento todo el mundo, no los que defienden un referéndum. La posverdad tiene estas cosas.