Con la discreción y el temple que suele acompañar siempre a sus palabras, el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, acompañado de representantes de seis décadas de lucha por la autodeterminación de Catalunya, ha llamado este domingo a los partidos independentistas a no malgastar el resultado histórico del pasado 14-F (51,7% de votos a favor de candidaturas independentistas). Les ha instado a asumir responsabilidad y actuar con ambición de estado. Vamos, que se pongan a trabajar sin mayor dilación. 

Las palabras de Cuixart, sobre el que pesa una injusta condena de nueve años de prisión del Tribunal Supremo, llegan en una semana que puede ser decisiva para conocer hacia dónde se orientan las negociaciones del nuevo Govern y en la que deberíamos empezar a conocer si la vía amplia de Esquerra Republicana realmente tiene recorrido —desde Junts a la CUP pasando por los comunes, una fórmula que los dos últimos han descartado—, si, por el contrario, opta por un gobierno netamente independentista o si exploran acuerdos alternativos con los comunes como único socio de gobierno.

Todo ello en medio de una semana de tensión en las calles con una actuación policial de los Mossos d'Esquadra que ha causado escenas desproporcionadas y negligentes hacia los manifestantes. Las intolerables imágenes de saqueos en algunas tiendas del centro de Barcelona no han de servir de justificación para las actuaciones denunciables de los Mossos que hemos podido ver y que merecen algo más que una reflexión genérica sobre el modelo de seguridad.

Tampoco es aceptable el pulso de los sindicatos policiales al poder político como representante de la soberania popular. Les guste o no, deben ser los políticos los que fijen las pautas de actuación de los Mossos y no los Mossos los que fijen las pautas de los políticos. Pretender acotar el problema a ley y orden es más propio de los tiempos pasados que del presente y no se debe perder de vista que el detonante de las protestas son la libertad de expresión y la detención y encarcelamiento del rapero Pablo Hasél

No deja de ser curioso como se está produciendo, secuencia a secuencia, una repetición de los movimientos que ya se vivieron en Catalunya tras las municipales de hace dos años y que desembocaron en la reelección de Ada Colau como alcaldesa, con los votos de Manuel Valls. Entonces el damnificado fue ERC. Aunque Ernest Maragall había ganado las elecciones, sectores del establishment de la ciudad hicieron lo posible y lo imposible para que no gobernara. Cosa de la que ahora se lamentan a diario.

Este mismo influyente sector se está moviendo desde el pasado domingo por la noche y solo hacía falta ver el titular de la información publicada este domingo en La Vanguardia por Manel Pérez para obtener la confirmación a varios días de rumores: La gran empresa pide a ERC un pacto de gobierno con PSC y comunes. El objetivo, que también es compartido por Moncloa, está bien claro: impedir un Govern independentista. Tiene razón Cuixart: Responsabilidad y altura de miras.