Aunque el reencuentro entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras en la Casa de la República en Waterloo tuvo mucho de impostado, quién sabe si servirá para cerrar alguna herida entre los dos protagonistas más significativos de aquel inolvidable octubre de 2017. Han tenido que pasar 1.346 días de aquella jornada en el Parlament en que se proclamó la independencia de Catalunya para que, en un marco radicalmente diferente, se encontraran cara a cara.

Puigdemont exiliado y Junqueras indultado recientemente compartieron almuerzo, fotografías y unas horas de distensión que fueron sobre todo un reencuentro personal y emotivo que descansó en los buenos oficios de la presidenta Carme Forcadell, la consellera Dolors Bassa y el conseller Toni Comín, tres verdaderos animadores de una cita que era tan imprescindible como necesaria. También un postre que preparó personalmente el anfitrión. Una cita sin reproches y con más tuits que declaraciones. En cualquier caso, ninguna palabra de más, ningún titular destacado, ninguna concesión a la complicidad.

Por más que pase el tiempo, y han pasado casi cuatro años, la unidad del independentismo pasa inevitablemente por el cese de hostilidades entre los dos líderes del movimiento, que hoy ni comparten estrategia, ni calendario, ni metodología. Comparten, eso sí, represión. Una injusta represión del estado español, como cabezas visibles del movimiento independentista. Y eso no hay partido español capaz de revertirlo, como se está viendo estos días con el Tribunal de Cuentas, pero sirven de ejemplo las numerosas causas judiciales abiertas y que no hacen sino dejar un reguero de injusticia y de represión.

La suerte es que los dos lo saben y, quizás por ello, no podían negarle a una parte nada insignificante del independentismo una foto que para ellos, para toda esta gente, es mucho más que una imagen. Es el símbolo de la unidad que desean y que no ven por ningún sitio. La unidad de quienes siempre resaltan que hay 74 diputados independentistas en el Parlament de Catalunya y que, al despertar, siempre se dan de bruces con la realidad: es un buen titular que a veces no aguanta el día a día, mucho más táctico, partidista e ingestionable. También es la foto que nos recuerda que sigue habiendo exilio y que los indultos no han solucionado el conflicto entre Catalunya y España. Han puesto, en todo caso, el foco en que la situación política en Catalunya sigue siendo una anomalía en la Europa democrática.

Los buenos propósitos son que habrá un nuevo encuentro, ese sí, para hablar de política. Quién sabe si no llegará nunca o, cuando se produzca, será ya demasiado tarde. Ambos son más rehenes de la historia de lo que piensan y quizás desean. Entre otras cosas, porque los nuevos protagonistas descansan, hoy por hoy, en la autoridad y en el liderazgo que ejercen ambos.