Pedro Sánchez puede perfectamente unir a su reguero de compromisos incumplidos la facilidad que tiene para desplazarse por vocablos imprecisos y por los que transita sin concreción real alguna. Así, este domingo ha señalado que las comunidades autónomas tendrán la “gobernanza absoluta” en sus respectivos territorios cuando lleguen a la fase 3 —en el caso de Catalunya, si se mantienen los quince días de plazo para saltar de fase, no antes del lunes 22 de junio— y se acabaría así “la cogobernanza”. Si es casi una broma referirse a la situación del actual estado de alarma como de cogobernanza, da miedo pensar cómo será la gobernanza plena. Uno se imagina al equipo de discursos de Moncloa encerrado entre cuatro paredes escogiendo las palabras y que no vuelva a suceder como cuando hace diez días se presentó el acuerdo con Bildu en el que se pactaba la supresión total de la reforma laboral del PP y un típex acabó con un título nada ambiguo y envió a la portavoz socialista Adriana Lastra temporalmente a un puesto más discreto y alejado de los focos.

La sexta prórroga del estado de alarma pasará con escasos problemas en el Congreso de los Diputados, pero dejará un nuevo incendio en la política catalana. La decisión de Esquerra de apoyar la prórroga ha irritado al president Quim Torra, que se ha apresurado a señalar que el acuerdo no compromete al ejecutivo catalán y que la rechazaban “por respeto al Govern y sus competencias”.

Dos apuntes de primero de políticas: no hay un acuerdo entre los partidos independentistas para llevar a cabo una acción conjunta en la política española y, en consecuencia, cada partido puede libremente hacer lo que quiera y utilizar su voto como mejor disponga. ERC acertará o errará con su pase de nuevo a la abstención —en mi opinión, es de difícil comprensión, aunque está en línea con su estrategia política—, pero aquí la opinión de Torra es una más. Segundo: en un gobierno de coalición como el catalán difícilmente se puede hablar pomposamente en nombre del Govern cuando la mitad se expresa de manera diferente. Podrá estar en contra el president, otra cosa es hablar en nombre del Govern porque los números no salen.

El error que cometió Torra cuando estuvo en contra de la investidura de Sánchez y del acuerdo de la mesa de diálogo entre gobiernos y después se apresuró a ir a la reunión, debería haber servido para algo. Así no se refuerza la autoridad presidencial.