La elección del juez Miguel Ángel Gimeno como nuevo director de la Oficina Antifrau de Catalunya por parte del president de la Generalitat tiene de importante algo que sucede demasiado poco en el mundo de la política (y en otros): elegir para el cargo un profesional de prestigio que poco o nada tiene que ver con la ideología de quien le propone. Gimeno, ex presidente del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, se vio hace unos meses apartado del cargo dentro de la renovación de presidentes de tribunales autonómicos al cumplir su mandato ordinario. Se produjo, sin embargo, una circunstancia cuando menos señalable: Gimeno, encuadrado en la familia progresista de la magistratura de Jueces por la Democracia, expresó su deseo de optar a un segundo mandato y el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Supremo, Carlos Lesmes, que representa al mayoritario sector conservador, le cerró el paso y facilitó la elección de Jesús María Barrientos como nuevo presidente del TSJC.

A sus 66 años, Gimeno afronta el que quizás será su último destino público después de casi 30 años como juez y una etapa profesional anterior como abogado laboralista que le confirió una pátina de profesional de izquierdas. De su etapa como juez primero y presidente del TSJC después destaca su defensa del catalán en la justicia y su carácter afable, riguroso y trabajador.

Aunque han circulado diferentes nombres desde que Daniel de Alfonso fue cesado por el Parlament el pasado 29 de junio, el president Puigdemont, quien preceptivamente tiene que hacer la propuesta al Parlament para que la vote, tenía desde el primer momento este nombre como su candidato. Fue difícil hacer encajar el nombramiento en el pleno de hace dos semanas y tampoco quería dejar la Oficina Antifrau en una situación de provisionalidad hasta septiembre. En consecuencia, solo había este pleno y el consenso con los grupos parlamentarios era relativamente fácil con la salvedad, en todo caso, del Partido Popular. Puigdemont ha demostrado con este nombramiento cintura política suficiente para sacarse de la chistera un nombre, mantenido en secreto y entre algodones hasta el último momento, y despistando en las horas previas a más de uno, incluso, en el último momento, también a alguno de sus consellers.