Una de las características del Partido Popular y del actual Gobierno español es que no le gusta dialogar y que no sabe dialogar. Se podrá discutir qué es primero -si no le gusta o si no sabe- pero no el fondo de la cuestión: el único diálogo que practica es consigo mismo. Cómo debe estar el patio que el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, le propinó este jueves una sonora bofetada parlamentaria al Ejecutivo a cuenta de la convalidación del decreto ley que pretendía desmontar el monopolio en el sector estratégico de los estibadores y, consecuentemente, su liberalización. El hecho es todo menos anecdótico: desde 1979 ningún gobierno había perdido en el Congreso de los Diputados la convalidación de un decreto ley. Para un político que si algo se considera es, sobre todo, previsible, entrar de esta manera súbita en el récord Guinness de la democracia española en los últimos casi 40 años es algo más que un disgusto pasajero.

Sobre todo porque por delante tiene la aprobación de los presupuestos -difícil si no imposible- y una minoría parlamentaria que le obliga a hacer concesiones en la creación de comisiones parlamentarias como la de la Operación Catalunya o la corrupción. Y el PP y Rajoy no disfrutan precisamente en el terreno de la búsqueda de consensos, acuerdos o diálogos. Se sabe muy bien en Catalunya, por más que un barniz de negación a todo, de judicialización de la vida política y de tensionar el texto constitucional haya desembocado en el absurdo más absoluto de que el Gobierno español no quiere hablar de nada con el Govern catalán. Ni del referéndum ni del cumplimiento de los otros 45 puntos que le llevó el president Puigdemont a Rajoy hace ya un año. Pero claro, a veces parece que la oposición a la independencia puede actuar como único pegamento de fuerzas tan dispares, y no siempre es así. 

Rivera ha aprovechado un resquicio parlamentario y ha desnudado al rey. Sin duda, habrá venganza en las filas del centroderecha español. Paradojas de la vida: en el Madrid encharcado al que llega, en pocas semanas, con el objetivo de liderar a los socialistas, Susana Díaz, la asesina política de Pedro Sánchez en aquel dramático comité federal del PSOE, Rajoy y Rivera han protagonizado en la vía pública su primer gran duelo. Y mientras, en Barcelona, Oriol Junqueras aprovechaba el XX aniversario de la Fundació Irla para predicar el amor como la mejor expresión del combate político. Dudo que en Madrid le entiendan.